El 28 de junio se conmemora a nivel mundial el Día del Orgullo que reivindica la diversidad de la comunidad LGBTIPQ+*. Es una fecha para recordar, además, que existimos y resistimos a sociedades y políticas represivas como las que llevaron a los disturbios en el bar Stonewall Inn, del barrio neoyorquino de Greenwich Village, que comenzaron el 28 de junio de 1969 luego de una fuerte redada y represión policial contra los y las asistentes al pub. A partir de allí, se dieron marchas y manifestaciones en protesta contra el accionar policial y desde entonces la fecha se conoce como la Revuelta de Stonewall que abrió camino en la historia de la comunidad y de nuestras luchas.
¿Qué pasa hoy, más de medio siglo después?
Tanto a nivel mundial como a nivel nacional, hemos avanzado en conquistas de derechos para nuestra comunidad, pero aún falta. Siempre falta. Fueron – y son – años de luchas inagotables; de resistencia con orgullo y convicción contra toda violencia que se ha llevado a miles de compañeras, compañeros y compañeres en manos de quienes creen tener el poder de decidir sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos. Años llenos de prejuicios, de patologización, de persecución, de señalamientos y culpabilidad, de hostigamiento civil y policial.
Esa es nuestra historia: una historia de condena social por ser y amar diferente a lo establecido. Pero también es una historia de lucha, en dos caminos paralelos aunque refractarios: hacia un Estado que contemple nuestras demandas y garantice nuestros derechos; y hacia una sociedad que le pierda temor a los cambios, que deje de juzgar, de desaparecer y de matar compañerxs.
Cuando los gobiernos trabajan en pos de la justicia social, se conquistan derechos. Lo importante luego es garantizarlos, concientizar y no dar un paso atrás en la ardua labor de asegurar mejoras en nuestra calidad de vida. Quienes ocupan cargos políticos tienen la responsabilidad de trabajar por el bienestar de todxs lxs ciudadanxs.
Aquí se puede observar el efecto refractario del Estado en la sociedad: cuando decimos “el Estado es responsable” es porque también depende de sus organismos que la sociedad cambie. Por lo tanto, sus políticas pueden tener efectos positivos o negativos para la sociedad en general y más aún para esta comunidad en particular.
Por eso decimos que la vida de Tehuel De la Torre, el joven trans de 21 años que ya lleva más de cien días desaparecido por ir en busca de trabajo, es responsabilidad del Estado. Para Tehuel la ley de cupo laboral trans llegó tarde. Todo fue tardío para él, la cobertura en los medios y el respeto por su identidad también.
En este camino de trans-formación pregunto: ¿por qué aparecieron flyers con la foto o el dibujo de Tehuel y la frase “compartilo como si fuera CIS”?
El término “cis” se refiere a una persona cuyo género coincide con aquel que se le asignó al nacer, con el que figura en su DNI. Es lo opuesto a lo «trans». ¿Por qué este reclamo? Porque nuestras vidas siempre fueron negadas e invisibilizadas, y pedimos que este caso se viralice de la misma forma que sucede cuando desaparecen a una mujer.
¿Por qué una mujer desaparecida o una infancia arrebatada se difunde mucho más que un joven trans? ¿Por qué los medios no cuentan los travesticidios? ¿Por qué aún hoy nos cuesta tanto hablar de ello? ¿Por que las marchas por los travesticidios no son tan multitudinarias como las #NiUnaMenos? Porque aún reinan la heterosexualidad obligatoria y el patriarcado. Porque como dice Susy Shock, cantautora travesti, activista y sudaka, en su poema “El beso”, nuestra historia ha sido una historia cercenada y opacada. Movilizarnos es urgente, besarnos también:
Besarse sabiendo que nuestras salivas
arrastran besos denegados,
opacados, apagados, cercenados, mutilados, hambrientos,
que no son solo los nuestros.
Que tu labios y los míos, mientras rajan la tierra
la construyen,
y hay una historia de besos
que el espanto no ha dejado ser,
y que por eso te beso
los beso,
las beso,
les beso,
me besás,
y besaremos.
Por eso, el beso.
Infancias libres: “Seamos ese adultx que necesitábamos cuando eramos chicxs”
Hay padres que se oponen a la Educación Sexual Integral (ESI) y la catalogan como “ideología de género”. Lo cierto es que la ideología de género ya existe y se nos es impuesta desde el momento en que ven nuestros genitales en una ecografía; desde que eligen un nombre; desde que deciden qué color de ropa comprarnos o qué juguetes regalarnos o permitirnos usar. Sí, eso es una ideología de género impuesta: biologicista y binaria.
Existe una lógica premio/castigo en la construcción de las infancias: castigarnos si nos encuentran usando otra ropa o un juguete que según estos adultos no son los correctos si sos nena o varón, y felicitarnos o festejarnos cuando resaltamos o remarcamos con actitudes, lenguaje o expresiones corporales del género que creen que es el nuestro.
“Los nenes no lloran”; “El rosa es de nenas”; “No seas maricón”; “¿Es para regalo, nena o varón?”. Ni los colores, ni los juguetes, ni la ropa tienen género. El género es una construcción individual y por ende social, y hace años existen personas que rompemos con ello, que jugamos y elegimos con libertad qué ropa usar. El paso ahora es respetarlo y hacerlo parte de un amplio abanico de opciones.
Cuánto más felices son lxs niñxs cuando lxs dejamos jugar en libertad y experimentar sus emociones. No le arrebatemos la imaginación, no castiguemos el juego, no limitemos sus expresiones y sus sentires. Seamos esxs adultxs que necesitábamos cuando eramos chicxs: adultxs que abracen, que acompañen, que pregunten, pero sobre todo que escuchen y respeten. Y si no entienden, si les cuesta, si les duele que sus hijxs/sobrinxs/nietxs no sigan sus expectativas ¡No lxs castiguen! Mejor hagan terapia para poder ser esos padres, madres, tixs, abuelxs que aman, y verán qué felices van a ser al ver a las infancias crecer en libertad y con la alegría de sentirse acompañadxs.
“Ama al prójimo como a ti mismo”, ¿qué pasa en el interior?
Si nos corremos del centro y de las grandes ciudades y observamos el resto de las provincias y pueblos del interior vemos y sentimos cómo estos castigos se agudizan; cómo nos criminalizan, nos violan, nos matan, nos expulsan de nuestros hogares. En los pueblos, los discursos del catolicismo y el cristianismo tienen mucha más fuerza que el amor, ese amor libre de mandatos sociales, políticos o religiosos. Ese amor que es cariño.
Cuando oigo a los fundamentalistas de la moral me pregunto dónde quedó aquello de amar al prójimo como a ti mismo. Me (les) pregunto: ¿así es el amor para vos, así te amas a vos mismx? ¿Tanto te juzgás y te castigás? ¿Creés que amarte es cumplir a rajatabla los mandatos de alguien más? No puedo ni podemos permitir ideologías y discursos que como resultado traigan violencia y sufrimiento, que nos atrasen, que vayan en contra de la marea del cambio, de la evolución y el crecimiento social que el transfeminismo interseccional y antirracista viene surfeando hacia una sociedad menos violenta, más justa y equitativa para todas, todes y todos.
Por eso no vamos a ocultar nunca más el orgullo de vivir y amar en libertad, de ser quienes queremos ser porque podemos, porque deseamos y porque el único objetivo individual y común es el bienestar.
Por eso marchamos, nos organizamos, convocamos, luchamos, educamos, nos besamos, bailamos, gritamos, cantamos, nos abrazamos y recorremos las calles cada vez con más fuerza en las marchas del interior del país. Porque militamos en el territorio que habitamos, porque es hoy, aquí y ahora. Porque el amor vence al odio y la organización al tiempo. Por les que ya no están, por Diana Sacayán y Lohana Berkins, por Tehuel, por la Pepa Gaitan, por nosotres, les adultes con su niñx interior heridx, y por quienes vienen detrás.
Al closet no volvemos nunca más.