Hace varios días una idea toma mi cabeza por asalto. Es una frase, mejor dicho, es un recuerdo lejano de una voz que canta: “Entre los libros de la buena memoria…” . Reconozco el verso – la canción de Invisible – y me quedo pensando ¿cuáles serán esos libros? Me gustaría tener la respuesta, pero en este momento, la frase me sirve para el siempre necesario ejercicio de la memoria. En eso estoy cuando en plena reunión de sumario surge la pregunta ¿Qué contenidos vamos a preparar para la Semana de la Memoria?
Las propuestas son varias y el tiempo apremia, se escuchan focos como “Cine y Memoria”, “Rock y Memoria” y en medio del pensamiento coral mi boca suelta: “quiero hablar acerca de Literatura y Memoria”. Las palabras quedan suspendidas en el aire exactamente el tiempo que tarda en pronunciarse el ok final y establecerse la fecha de entrega, la que cariñosamente – y a veces no tanto – llamamos deadline.
Terminada la reunión buceo en mi memoria en búsqueda de una historia para contar. Camino por el barrio para ver si el movimiento activa eso que llaman inspiración. Llevo unas diez cuadras cuando me detengo frente a una librería. A través de la vidriera encuentro mi respuesta. Una historia que me contaron, un hecho del que conocía apenas retazos me esperaba en forma de libro. El volumen de alrededor de 400 páginas con tapa blanca y negra enseña un retrato de familia en la portada y tiene por título un apellido inserto en la memoria popular. Entro y lo pido: “Voy a llevar ‘Los Oesterheld’”. Salgo del local leyendo la contratapa:
“A veces la historia de un país descarga toda su violencia contra una familia. Esa fue la fatalidad que signó la vida del célebre historietista Héctor Oesterheld, sus cuatro hijas, sus tres yernos y dos de sus cuatro nietos, secuestrados y desaparecidos durante la última dictadura”.

Llego a casa, enciendo la computadora y apuro el mate mientras el libro y sus autoras me reciben en la primera página con una esperanza brutal:
”Tiene que haber un lugar donde estas tragedias hechas de coraje y desencuentros se anoten a favor de la especie humana… Tiene que haberlo”, Ernie Pike, Héctor Germán Oesterheld.
De este libro, que rescata testimonios de vida, época, militancia activa y que se constituye como una pieza fundamental para el sano ejercicio de la memoria, voy a hablarles en esta nota.
Las periodistas Alicia Beltrami y Fernanda Nicolini escribieron este libro para contar quiénes fueron Los Oesterheld. Humanamente, personalmente, en su cotidiano, lejos del mito y la leyenda que los años suelen construir alrededor de estas historias.

El resultado es una biografía coral, que no solo mantiene viva la memoria de la familia, sino que da cuenta de sus vidas, amores, pasiones, contradicciones, militancia y sobre todo humanidad.
A lo largo de cinco años de investigación, realizaron más de 150 entrevistas, revisaron diferentes publicaciones de la época, accedieron a correspondencia y fotografías familiares, compararon relatos de diversas fuentes, enfrentaron las idas, vueltas y los estancamientos del oficio de narrar hasta encontrar la forma adecuada para ensamblar este rompecabezas de memoria, que se publicó en 2016 por Editorial Sudamericana y que, al momento de escribir esta nota, lleva ya tres ediciones.
“Los Oesterheld” es una obra maestra de la investigación periodística, pero más allá de toda cuestión técnica, y de lo que corresponde al periodismo y su calidad de documento histórico, el libro reconstruye con minuciosidad de artesano la intimidad de una familia en cuya tragedia se refleja la suerte de la sociedad argentina de la época.
UNA HISTORIA QUE QUIERE SER CONTADA SIEMPRE ENCUENTRA LA MANERA DE LOGRARLO
¿Me creerían si les digo que el disparador inicial para este libro surgió de rechazar una propuesta para escribir una biografía sobre Mirtha Legrand y su familia? Me van a tener que creer porque esto pasó. Fernanda Nicolini recibió esa propuesta y la idea no le atrajo en lo más mínimo, pero sirvió para hablar con un colega acerca de biografías familiares y en ese contexto surgió la frase “nadie nunca contó nada de los Oesterheld”.
En honor a la verdad se conocía la tragedia familiar y a Héctor como historietista pero lo que las autoras del libro se propusieron fue humanizar a esas cuatro chicas que permanecían en la imagen estática de la foto y contarlas como lo que fueron: cuatro mujeres muy cultas e informadas que se volcaron con mucha convicción a la militancia.
MÁS DE UN CENTENAR DE ENTREVISTAS COMPLETAS PARA RECONSTRUIR LA MEMORIA
“La complejidad de la familia era también la de rearmar toda la historia desde el lugar de la militancia. Cuando uno va a reconstruir la militancia de personas que están desaparecidas y va a preguntar a compañeros, se da cuenta de que cada compañero tiene un pedacito muy chiquitito de esa historia. Porque estaban tabicados, porque usaban nombres de guerra, porque se movían todo el tiempo, entonces la investigación nos llevó a hablar con muchísima gente y eso nos daba muchas miradas, algo mucho más complejo que si entrevistas al propio protagonista”, Fernanda Nicolini, entrevista “Otra Trama”.
LAS CARTAS FAMILIARES: UN PUENTE QUE CONECTA PASADO Y PRESENTE
“Las cartas fueron clave. Nos dieron la perspectiva real de lo que eran. Los teníamos a ellos hablando a través de escritura. Esa familia se vinculaba mucho a través de las cartas. A través de ellas se observa la evolución y el proceso de cambio de cada uno de los miembros de la familia. Diana, por ejemplo, tiene un vínculo con Elsa un poco conflictivo y eso está en las cartas. Nos lo decían los testimonios de sus compañeras, de sus amigas que eso existía y Elsa también nos lo contaba, que eran muy parecidas y que por eso se confrontaban. Después de que Diana tiene un hijo, Fernando Araldi, cambia esa vinculación y esa concepción de ella con la mamá y eso existe en las cartas. Esa complejidad y acercamiento a cada uno de los personajes es posible a través de las cartas”, Alicia Beltrami entrevista “Otra Trama”.
LOS TESTIMONIOS: VOCES QUE CONSTRUYEN
“Los Oesterheld” es una biografía coral, cada uno de los entrevistados por Fernanda y Alicia cuenta lo que sabe. Recuerda lo que puede, lo que no terminó en el olvido en los oscuros tiempos en los que en la Argentina se impuso la amnesia obligatoria.
Con dedicación de artesanas, Beltrami y Nicolini reconstruyen escenas, personajes, situaciones y anécdotas que van desde charlas en el living del chalet de Beccar; la tensión de encuentros clandestinos y el horror de cada una de las caídas. El terror representado en la frase: «En esta misma habitación había un viejo que contaba historias» .
La maestría para narrar se ve también en la decisión de dejar un único testimonio en primera persona a lo largo del libro. Las palabras de Elsa, madre de Diana, Estela, Beatriz y Marina y mujer de Héctor. Es ella quien capítulo a capítulo le cuenta directamente a los lectores los pasajes de su vida.

“Mi nombre es Elsa Sánchez de Oesterheld y soy la mujer de Héctor Germán Oesterheld, famoso en el mundo por haber escrito la historieta ‘El Eternauta’. En la época trágica de este país desaparecieron mis cuatro hijas, mi marido, mis dos yernos, otro yerno que no conocí y dos nietitos que estaban en la panza. Diez personas desaparecidas en mi familia. Pero prefiero recordar los años en los que fui feliz”.
Elsa es quien abre y cierra la historia narrada en el libro y será también quien a través de su testimonio, termine con esta nota:
“Si tuviera que decir algo de todo lo que me pasó, ahora que soy tan viejita, quisiera repetir lo que dije hace muchos años en el primer congreso que fui, de mujeres trabajadoras en San Pablo, en representación de las Abuelas. Me recibieron con un cariño desmedido, eran todas pobres, todas con hijos, y si había alguien que pudiera comprender mi dolor era esa gente. Y ahí ellas provocaron una catarsis en mí y me dije: qué derecho tengo yo a encerrarme en mi dolor cuando hay gente que sigue luchando por los derechos de los demás, chicas como mis hijas. Así que leí algo que había escrito como miembro de abuelas y después hablé directamente por mi misma: les confesé que yo hasta el momento no tenía esperanza de nada, pero que ahora veía que la tierra volvía a germinar. Por que si había gente como ellas en el mundo, siempre iba a volver a germinar. Y todas lloraban y yo también. Ahora me doy cuenta de que no me equivoqué, porque hoy existe una generación de jóvenes que no es indiferente a la injusticia, que no se conforma y quiere seguir cambiando. Que es lo que querían mis hijas. Yo creo que mis bisnietos van a vivir en un mundo mejor. Y que si es verdad que cuando uno se muere puede seguir viendo las cosas desde otro lado, entonces yo las veré. Soy optimista”.
Elsa murió en 2015 a la edad de 90 años sin llegar a leer el libro publicado. Su militancia en favor de los derechos humanos sigue siendo ejemplo de lucha y dignidad.

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