Escritor, periodista, el autor argentino más leído en el país entre los ’80 y ’90, el alma mater de Página/12; Osvaldo Soriano fue, a lo largo de su vida, muchas cosas. A través de su obra, traducida a varios idiomas, entre cuentos, novelas y artículos periodísticos, Soriano supo como nadie interpretar el tiempo en que le tocó vivir y ganar el amor de sus lectores y el desprecio de los críticos.
Este año, cuando se cumplen 80 años del nacimiento del autor de «No habrá más penas ni olvido» y «Cuarteles de invierno», desde Minúscula evocamos a este maestro del oficio para homenajearlo como creemos que le hubiera gustado: a través de la laboriosa tarea de ejercer el periodismo.
REBELDE, SOÑADOR Y FUGITIVO
Osvaldo Soriano nació en Mar del Plata en 1943. Su infancia y juventud tuvieron muchos escenarios, entre ellos: Tandil, San Luis y Río Negro. Su padre, José Vicente, era sobrestante de obras sanitarias del gobierno de Perón y, por motivos laborales, la familia Soriano se movía constantemente por el país.
Corría el año 58 y, mientras ubicaba manzanas en cajones sellados que las nombraban y distinguían según su destino: “choice” (para las de exportación) y “estándar” (para las que nunca saldrían del suelo nacional), el jóven Soriano se visualizaba campeón. Goleador de esos que aparecen siempre sobre la hora para definir partidos imposibles y quedarse con la gloria.
En 1969, con 26 años, dejó atrás su vida anterior y desde Tandil viajó a Buenos Aires – donde dicen que Dios atiende, aunque esté en todas partes -. Lejos habían quedado sus años en el industrial de Neuquén, el título de experto en motores, el peronismo de juguete, los primeros amores y sus sueños de fútbol. Recién llegado y sin esperar ningún llamado, entró en la redacción del diario “Primera Plana”.
“Primera Plana tenía una redacción muy grande. Siempre había sillas vacías, yo me senté en una, la gente creyó que yo trabajaba ahí, me empezó a dar trabajo, se cumplieron los 29 días y me quedé”, contó sobre sus primeros pasos en el periodismo en una entrevista en “Los 7 locos” a principios de los 90.
LA CRÓNICA DE ROBLEDO PUCH: ¿CÓMO ESCRIBIR LA MEJOR NOTA DE BUENOS AIRES?
El 4 de mayo de 1971 nació “La Opinión”, un diario para la inmensa minoría que no vendía papel impreso, ni fotografías, ni avisos clasificados, sino inteligencia aplicada – tal como explicaba la auto-presentación del nuevo proyecto de Jacobo Timerman -. En esa redacción, Soriano brilló escribiendo artículos para el suplemento cultural de los domingos dirigido por Juan Gelman.
En 1972, un suceso estremeció a la sociedad argentina: el caso Robledo Puch. La Opinión no tenía una sección de policiales pero Timerman entendió que ese tema tenía que estar dentro de la órbita de su diario. Para cubrirlo, llamó a ese periodista jóven del que tenía buenas referencias pero poco trato diario: Osvaldo Soriano.
“Vaya y escriba la mejor nota de Buenos Aires sobre el caso Robledo Puch”, ordenó Timerman. La orden sorprendió mucho al periodista, no solo por la manera en que se lo comunicó su jefe, sino porque estaba seguro de que esa era la primera vez que estuvieron frente a frente. Timerman estaba muy arriba para sus redactores, no estaban acostumbrados a verlo fácilmente.
“¿Qué será la mejor nota sobre este caso?”, se preguntó Soriano al salir de la oficina. En lo particular no lo había seguido demasiado, pero con el afán de cumplir el pedido hizo gala de su oficio y empezó por recopilar todo el material que se había publicado hasta la fecha sobre el caso. Confrontó las publicaciones entre sí para ver cuánto habían inventado los diarios amarillos sobre el tema y después de analizarlo decidió realizar sus propias entrevistas a dos o tres testigos clave. Con todo ese material reunido – y sin saber exáctamente dónde se iba a publicar – escribió durante el fin de semana un artículo que se asemejaba a una suerte de cuento que comienza diciendo: “Robledo está impaciente. Ibáñez lo calma. No todo es tan fácil como parece. Hay que entrenarse, como en el fútbol, para no fallar nunca”.
Cuando entregó el texto, Soriano lo hizo sin tener la certeza de que se trataría de “la mejor nota de Buenos Aires” pero convencido de que era “su mejor nota” sobre el caso. Unos días más tarde, la nota se publicó en el suplemento cultural de los domingos. El trabajo estaba hecho y publicado. Sin embargo, le faltaba develar un interrogante ¿habría cumplido su misión de escribir la mejor nota de Buenos Aires? La respuesta le llegó el martes siguiente a la publicación en forma de aumento de sueldo.
SUS NOVELAS, PERSONAJES Y LA RELACIÓN CON LOS LECTORES
Soriano escribió “Triste, solitario y final” en 1973, “No habrá más penas ni olvido”, en 1978, “Cuarteles de invierno” en 1980 – ambas se publicaron en Argentina recién en 1982 – “A sus plantas rendido un león” en 1986 “Una sombra ya pronto serás” en 1990, “El ojo de la patria” en 1992 y “La hora sin sombra”, su última novela en 1995.
“No habrá más penas ni olvido”, “Una sombra ya pronto serás” y “Cuarteles de invierno” fueron llevadas al cine. Las primeras con dirección de Héctor Olivera – sobre las que ya hablamos en Minúscula – mientras que la última fue dirigida por Lautaro Murúa, quien también realizó el guión cinematográfico.
“Triste Solitario y Final” es un homenaje al cine de Stan Laurel y Oliver Hardy, a la literatura de Raymond Chandler y a su propia madre que para entretenerlo durante sus largos viajes en tren le narraba las aventuras de El Gordo y El Flaco. Una novela tan personal que el autor terminó siendo un personaje de su propio relato:
“El argentino metió las manos en el bolsillo de su saco y empezó a caminar por el sendero de ripio. Iba a hablar cuando advirtió que estaba solo. Se dio vuelta y vio a Marlowe parado frente a la tumba de Laurel. Fue un instante. El detective caminó hacia él dando largas zancadas.
– ¿Cómo se llama?
– Soriano. Osvaldo Soriano.
– Soy Philip Marlowe”.
“La escribí a los 29 pero ni aún así tuve la certeza de que sería un escritor en la medida en que me daba la impresión de que ser escritor de un solo libro no era ser escritor sino era una casualidad. Yo creo que a partir de la tercera novela me debo haber asumido como alguien que escribe cada tanto un texto y que ineluctablemente lo tiene que hacer hasta el final de sus días”, recordó Soriano en una entrevista televisiva de fines de los años ‘80.
Los personajes que pueblan sus textos no son seres extraordinarios. Todo lo contrario. Son perdedores, cansados de llevarse puestos que de repente se encuentran ante la encrucijada de sus vidas. Nos interpelan porque son esencialmente humanos e irrenunciablemente argentinos. Son la contradicción y la esperanza en una sola piel.
“Por lo general mis personajes llegan y golpean a mi puerta. O a veces me los encuentro en algún cruce sin saber en ese momento que son los personajes que busco. Nunca tengo un plan previo para escribir mis novelas. Trabajo una frase convincente que me sirva para abrir el libro, o sobre un personaje que me parece sólido. Una vez definido eso, dejo que me lleve, que me arrastre. Es una manera de descubrir algo nuevo cada día. Un ejemplo claro es “Cuarteles de invierno”, un cantor de tangos y un boxeador. Una vez plantados, se comportan como ellos quieren«,
Entrevista con Hugo Ferma. El Cronista Comercial, agosto de 1987.
Respecto a la relación que construyó con sus lectores, en una entrevista en “Los 7 locos” en 1992 explicó: “El lector construye mucho. A veces me cuentan una parte de mi novela y yo no me acuerdo de haberlo escrito. Eso en realidad nunca fue escrito, es algo que el lector construyó después ¿Estará en mi libro? ¿Estará? ¿ No estará? Yo no releo mis libros, pero si voy a buscarlo no está, es algo que el lector puso de sí mismo. Eso es lo que a mí más me gusta, dejar espacios para que se construya otro libro, otro mensaje que no sea el mio”.
La literatura y el periodismo fueron dos de las grandes pasiones de Soriano. Sobre la diferencia entre ellas habló con Silvia Chejter durante una entrevista en 1988:
“La literatura exige, en mi caso al menos, que de alguna manera la inspiración llegue. Hemingway trabajaba todos los días, a la misma hora, tantas horas por día, sistemáticamente. Yo trato de trabajar solo cuando tengo ganas. En momentos en los que siento que estoy conectado con la literatura. En cambio el periodismo es un trabajo laborioso. Uno hace un artículo sobre cualquier tema disparatado en 15 minutos y a pedido, es decir el periodismo es otra cosa. Lo que pasa es que en Argentina somos muchos los periodistas que hacen literatura o al revés, los escritores que se ganan la vida con el periodismo. En mi caso lo hago porque fue mi primer trabajo y es uno de los trabajos más difíciles de dejar. Las redacciones tienen algo de vicio. Es un trabajo comunitario que distiende mucho de la tarea tan solitaria del escritor que está frente a la pared solo como un perro y nadie lo puede ayudar».
CUENTOS DE LOS AÑOS FELICES: REESCRIBIR LA VIDA PARA CONVERTIR EL RECUERDO EN FICCIÓN
“Cuentos de los años felices” se publicó por primera vez hace 30 años, es una recopilación de textos que aparecieron originalmente en Página/12 entre 1980 y 1990. Los relatos transcurren durante la infancia y adolescencia de Soriano con su padre como principal protagonista. Su reedición de 2012 recibe a los lectores con estas palabras del autor:
“Empecé a escribir estos relatos sobre la infancia sin saber que mi padre iba a convertirse en el protagonista. Si no recuerdo mal el primero fue sobre un viaje por la Patagonia que evoca la guerra de Malvinas. Lo publiqué en Página/12 y como a mis amigos les gustó me lo hicieron saber, escribí varios más en los que indefectiblemente mi padre se impuso con las tristes y desopilantes experiencias que tuvo a su paso por este mundo. Muchos lectores me preguntan si era tal como lo cuento ahora. Claro que sí. Ya lo dice un personaje de Armando Discépolo ‘Hijo, si vos lo soñaste, yo lo viví’.”
De este libro, para despedirme de ustedes hasta la próxima nota, les invito a escuchar de la boca del autor “Aquél peronismo de juguete” el primer cuento que escribió con su padre como protagonista.
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