OPINIÓN RESEÑAS

No se olviden de Cabezas

José Luis Cabezas, reportero gráfico de la revista Noticias, consiguió fotografiar en febrero de 1996 al enigmático empresario Alfredo Yabrán. Era prácticamente imposible hallar una foto de él en los medios de comunicación y Cabezas lo había conseguido sin saber que retratarlo le iba a costar la vida. 

Mientras el empresario vacacionaba y el periodista trabajaba, ambos se encontraban en una playa de Pinamar, al este de la Provincia de Buenos Aires. Allí fue donde lo fotografió.

Pero Yabrán no era un empresario más: lo que entraba y salía del país pasaba por sus manos. El magnate, que atesoraba una de las fortunas más grandes de Argentina, manejaba casi todas las vías de aduanas internas y mantenía estrechos lazos con los políticos de turno.

Cabezas conformaba una dupla de trabajo junto al periodista Gabriel Michi, con el que fueron innumerables veranos a cubrir la temporada veraniega. Hablo en pasado porque José Luis Cabezas apareció, casi un año después, asesinado de dos balazos dentro de un auto que fue incinerado a la vera de un camino en el paraje Los Manantiales, en las proximidades de General Juan Madariaga.

La última vez que se vieron Cabezas y Michi, se despidieron en la fiesta en la casa de Pinamar del empresario Oscar Andreani, sin saber que no se volverían a ver, a las 4 de la mañana del sábado 25 de enero de 1997. 

Esto y más se puede ver en el documental recientemente estrenado en la plataforma de Netflix, “El fotógrafo y el cartero: el crimen de Cabezas”, que narra el asesinato de Cabezas, producido por Vanessa Ragone y dirigido por Alejandro Hartmann.

Con los testimonios a cámara de: Michi; el abogado querellante de la familia Cabezas; Alejandro Vecchi; y el por entonces Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde oficiando como hilos conductores, la serie desenreda el ovillo de pistas falsas, acusaciones cruzadas y corrupción que confluyeron en el crimen.

Sin lugar a dudas, el asesinato de José Luis Cabezas marca un antes y un después en el periodismo. No solo en él sino en cómo se dividió el pueblo y la sociedad después de lo sucedido. El hecho revolucionó las calles, a su gente y a la política que gobernaba en ese momento, dejando a Duhalde sin elección presidencial. 

La dupla Cabezas-Michi fue pionera en el periodismo de investigación en el país. A Cabezas lo mataron para acallarlo, censurarlo, para no dejar que se exprese libremente. Yo personalmente, como parte de la nueva generación del periodismo, sólo pretendo no dejar morir su historia: replicarla en todos lados, contar qué pasó, cómo, cuándo y dónde hubo un caso claro de intentar vituperar a la prensa argentina.

Gabriel Michi da a entender en el documental que si él hubiese vuelto de esa fiesta con su compañero, habría corrido la misma suerte. El periodista está más vivo que nunca y escribió un libro en el año 2016,  al respecto del asesinato de quien también dice que consideraba su amigo: “Cabezas un periodista, un crimen, un país”.

Por el crimen de Cabezas el 2 de febrero de 2000, en juicio oral y público, fueron condenados a prisión perpetua los cuatro integrantes de la banda «Los Horneros» de La Plata, autores materiales del asesinato.

Se trataba de: Horacio Braga, José Auge, Sergio González y Héctor Retana, así como Gregorio Ríos, jefe de Seguridad de Alfredo Yabrán, y los policías Sergio Camaratta, Aníbal Luna y Gustavo Prellezo. Al día de hoy no hay ningún preso por el asesinato de José Luis Cabezas ya que algunos fallecieron y el resto fueron beneficiados y redujeron sus condenas. 

La única manera de hacerle justicia, a 25 años de su asesinato, es mantener vivo su nombre, su legado, su historia, por eso esta joven periodista les pide: no se olviden de Cabezas.

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