CRÓNICA MÚSICA

La Biga Alada y la fiesta de Kadú: rock barrial en la ciudad

La Biga Alada se presentó el domingo en La Trastienda luego de lanzar el segundo tema de su último material discográfico “Kadú”. Un colectivo lleno de seguidores de la banda arequera partió hacia Ciudad de Buenos Aires para asistir al show. Minúscula estuvo ahí.


Afuera el ambiente está pesado. Podría tratarse de un domingo gris a la hora de la siesta como cualquier otro. A través de la ventanilla un tanto sucia se empiezan a perder de vista los cuerpos eufóricos y alborotados que entran al bondi. El ambiente huele a rock & roll. Se enciende el motor y empieza la fiesta.

El bondi no es cualquier bondi, se trata de un colectivo repleto de fanáticos del rock y fieles seguidores de La Biga Alada. Los bigueros de coctel, los siempre felices, los de los ojos chiquitos y dientes violetas, los artistas, los laburantes, los del pueblo.

La Biga Alada (LBA) nació en San Antonio de Areco allá por 2013. En ese momento eran unos tantos menos que ahora y contaban con algunas caras que hoy no se repiten. Se trata de una banda de rock fusión que integran 11 músicos. Su larga trayectoria incluye fechas en Makena, El Emergente, Marquee y Konnex. Además compartieron escenario con bandas como Iván Noble, La Delio Valdéz, La Mancha de Rolando y Nonpalidece.

Este 2022 post pandémico encuentra a la banda en pleno proceso expansivo: su segundo disco de estudio está a punto de salir del horno. “Kadú” fue grabado en el pueblo, de la mano de Facundo Cárdenas de Iruya Estudio. Además, cuenta con el arte de Lulú Magdalena, fotógrafa arequera.

El significado de “Kadú” va mucho más allá de una cuestión musical. El disco tiene un trasfondo espiritual, de lealtad y arraigo. Kadú es el perro de Chapu y Nido, los dos hermanos que forman parte de La Biga. Los músicos encontraron en este canino andrajoso – pero lleno de vida y amor – un personaje omnisciente en la historia que encarna LBA. Encontraron un compañero más.

“En el proceso de producción nos encontramos con que se trataba de un sonido un poco más maduro que el de nuestro primer disco. Esa imagen de Kadú en la portada, viejo y con un ojo blanco, refleja nuestra madurez en el arte”, explica Agustín Viú, saxofonista de LBA. Además, explica que cada domingo lanzan un tema nuevo acompañado con una imagen y un pasaje que narra – de forma tarantinesca – la historia de esta segunda producción discográfica.


CAMPO DE TRIGO CON CIPRESES*

Los sabedores de la cinematografía dicen que los primeros diez minutos de una película son los más importantes; si no “engancha” al espectador antes de ese momento, ya no lo hará. En el bondi biguero los primeros minutos del viaje hacia la gran ciudad son los que más se disfrutan. La expectativa. Los saludos. Las charlas. Los tragos aún fríos.


“El gran amor por la música que brinda la agrupación es lo que mueve a toda esa gente loca que viene agitando en el colectivo”,

manifiesta Chapu.

Los aires que se respiran en el bondi biguero son de familiaridad, de confianza, de liberación. De ese escape de la rutina diaria que abruma y encarcela. Se respira el insaciable anhelo del arte en su estado más puro. De plenitud, aquella que solo la música es capaz de lograr.

La luz del día cesa en la autopista camino a Buenos Aires, sin embargo el escenario encandila: las luces de la ciudad contrastan con los psicodélicos focos del bondi biguero y crean una fotografía digna de una película de los 70. Del otro lado de la moneda, los centenares de autos que desfilan en la misma dirección que el colectivo retratan un paupérrimo prototipo funcional al sistema capitalista: el tráfico, las bocinas, la falta de vida. 


SALÓN DE BAILE EN ARLES*

Los vientos con sus lentes. Migue con su jogging. Tomi con su camiseta de básquet. Rolo con su peinado – que, en contraste con las congas, es como si fueran una misma cosa, él y su instrumento -. La voz del Chapu. La sonrisa de Jose. Los movimientos de Nacho. La quietud de Nido.

Los chicos de LBA suben al escenario para cerrar la noche y sumar una fecha más a la historia vanguardista de la banda nacida en el Barrio Prado de San Antonio de Areco. Los músicos se acomodan, un tanto amontonados, en el escenario que parece haberse achicado. Todo el lugar está a oscuras. Una voz en off (que luego nos enteraremos que se trata del actor Daniel Lambertini) indica que la experiencia biguera ya comenzó. Se oyen los primeros acordes. Gritos. La música les sale por los poros.

“Yo toco con anteojos y no veo nada. Pero el domingo los bajé por un momento, vi a toda la gente divirtiéndose y eso no se compara con nada, es algo que no tiene precio”, dice Mono. En un momento clave del show, el trompetista se aliena y entona con una voz metalera inigualable la consigna “utopía y revolución”. Los que siguen a la banda saben que la fuerza del mensaje que LBA brinda desde su música radica en estos lemas.

Con una setlist compuesta enteramente por temas propios, LBA ofrece un show excepcional. Los pies que se mueven al compás de la música hacen vibrar el suelo. El público no para de cantar. Todos bailan, algunos parados y otros sentados. Algunos con la cabeza. Muchos con los ojos cerrados. Se vive una verdadera fiesta atómica. “A nosotros la música nos mantiene vivos”, expresa Chapu.


«Hubo un momento en particular en el que me senté donde está la batería, habíamos terminado de hacer ‘Azules Callejones Despiertos’, una canción muy introspectiva. En esa parte se me quiso piantar un lagrimón por el simple hecho de estar ahí. Y gracias a Dios sonreí. En ese momento, todos tuvimos la misma cara. Yo, cuando toco con La Biga soy feliz«,

manifiesta Chapu.


LA NOCHE ESTRELLADA*

La banda deja de tocar pero, como una estrella fugaz que deja su estela de luz, la magia del show perdura el resto de la noche. Los músicos se encuentran con su “hinchada” afuera de La Trastienda. Abrazos. Fotos. Risas. Entre las decenas de caras conocidas se distinguen algunas de ex miembros de la banda. Parte de la historia de LBA está acá.


“Yo trato de ir a las fechas sin muchas expectativas. Me gusta sorprenderme. Pero lo que destaco del domingo es la energía del público. El esfuerzo que hacen por ir a hacernos el aguante es muy gratificante para nosotros”,

dice Mono.

El bondi biguero emprende la vuelta al pueblo con algunos pasajeros más: se suman los integrantes de la banda que viven en Areco. En el parlante suenan temas de Gilda. Algunos se animan a bailar. Algunos toman. Otros fuman. Afuera, las estrellas brillan como recién pulidas. «Estamos acá para ‘biguerizar’ el mundo entero. Hay que bailar para sobrepasar la realidad que nos toca», concluye Chapu. 

* Van Gogh, V. (1889). Campo de trigo con cipreses. Nueva York: Museo MET.
* Van Gogh, V. (1888). Salón de baile en Arles. París: Museo de Orsay.
* Van Gogh, V. (1889). La noche estrellada. Nueva York: Museo MoMA.

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