Se debatió la semana pasada en Twitter acerca de la decisión de compartir – o no – el desayuno luego de dormir con una persona; conducta que está estrechamente ligada con la responsabilidad afectiva.
Por Lic. Érica Gatica (@lic.ericagatica)
Matrícula 66.923
La responsabilidad afectiva como concepto se originó a partir de reivindicaciones feministas con el objetivo de poder repensar los vínculos a la hora de relacionarnos. A partir de esta definición, podemos situar a la honestidad, el respeto y la empatía como trasfondo de las relaciones que construimos; obviamente, sin dejar de lado la comunicación de calidad, nuestro pilar principal.
Pero repasemos nuestra idea colectiva – e individual – de amor. El amor romántico nos impone implícitamente pasos a seguir: enamorarnos, comprometernos, vivir juntos (quizás), casarnos (quizás), tener hijos (quizás). Pero, cada vez en mayor medida, nos vamos despojando de esa lógica, la llenamos de “quizás” y buscamos alternativas hacia un amor más libre. Aunque el enamoramiento y el compromiso aún estén en vigencia.
De repente, nos dimos cuenta que aquellos “pasos a seguir” pueden reformularse, cambiar, ser más flexibles: no hay edades; ni sexos; ni normativas que sean tan lineales para la construcción de un proyecto vincular.
Si bien es para celebrar que podamos pensar más allá de los parámetros que nos vienen imponiendo las sociedades desde hace años, a veces se nos olvida que la persona que está a nuestro lado posee sentimientos, necesidades, sueños, fragilidades. Además, seguir la corriente colectiva muchas veces es más sencillo que pensarnos subjetivamente.
Entonces, como no podemos escapar de ser hijos de nuestros tiempos, pasamos a conocer a nuestra pareja afectiva mediante una aplicación de citas, o una red social; a tener sexo casual; a experimentar el poliamor; a disfrutar de las no etiquetas. Porque la inmediatez y la satisfacción pareciera que van primero en esta época.
El consumo sexoafectivo nos muestra cual vidriera a nuestra próxima víctima en esta sociedad en la que desayunar juntos es igual a compromiso, y en la que comprometerse con algo o alguien nos subjetiviza, es decir, nos recuerda que somos personas, con sentimientos propios e inquietudes; personas al fin y no objetos de consumo.
¿Realmente preferimos despachar al que está al lado? ¿Para qué? ¿Por qué un desayuno implícitamente genera incomodidad? ¿Por qué una cerveza o una copa de vino no se mezclan con el temido compromiso?
La última semana se debatió en Twitter si “desayuno sí o desayuno no”, luego de pasar la noche con una persona. Los usuarios que estaban a favor argumentaron que se trataba de una cuestión de educación y cortesía; sin embargo, los que estaban en contra manifestaban que era una demostración de afecto o compromiso que no se animaban a tomar con alguien que no conocían o que conocieron esa noche.
La fragilidad y la fragmentación de los vínculos afectivos de estos tiempos nos enseñan que profundizar sobre nuestro sentir es peligroso y nos deja vulnerables, y que la hiperconectividad es tan solo una falacia, porque la soledad nos acompaña. La marea colectiva nos dice lo que tenemos que sentir, y siempre es mejor que no sientas nada, porque si no sentís nada, no te pueden lastimar. Estamos indefensos frente a las formas de vincularnos con el amor.
En definitiva, el compromiso emocional debe comenzar en uno mismo. Ser honestos y coherentes con nuestras necesidades afectivas es un buen camino. El compromiso de conocernos, saber sobre nuestros límites y deseos, nos facilitará el lazo con los demás.
Cuidados afectivos y efectivos para nuestros tiempos:
- No canceles una cita sin avisar: no dejes plantado, no existe la telepatía.
- Preservativos y anticoncepción siempre; sobre esto no se miente ni se negocia.
- Sé congruente con lo que decís y lo que hacés; ciertos mensajes pueden llenarse de expectativas para el otro.
- Los acuerdos previos facilitan la conexión con el otro (si es que aún no sabes qué buscas en ese vínculo).
- La base de todo esto es la empatía.
Parafraseando a Simone de Beauvoir, “el día en que cada uno de nosotros pueda amar con su fuerza y no con su debilidad, con deseos de encontrarnos y no de escaparnos; ese día el amor será fuente de vida y libertad, no un peligroso vínculo posesivo”.