CULTURA

Eduardo Galeano: el cazador de historias

Esta semana se cumplió un nuevo aniversario de la muerte de Eduardo Galeano. Sus biógrafos insisten en decir que fue periodista y escritor y que “su obra comprometida con la realidad latinoamericana, indaga en las raíces y en los mecanismos sociales y políticos de Hispanoamérica”. Toda una demostración de solemnidad y honores a los que siempre, de alguna u otra forma, escapó. Él era un narrador de historias y sucedidos, incansable navegante de este mar de fueguitos que, según sus ojos, era el mundo. 

A seis años de su partida, desde Minúscula, celebramos la vida de Eduardo Galeano recordándolo del modo más adecuado que encontramos: compartiendo las historias que desde hace tanto, nos cuenta desde las bocas del tiempo


Galeano por Galeano: un paseo por sus textos

Nombres, amores, historias del mundo, graffitis que pueblan las paredes de las ciudades americanas, relatos de familia y reflexiones acerca de la fe y la utopía habitan la obra literaria de Eduardo Germán María Hughes Galeano que nació en Montevideo en 1940 y publicó sus primeras caricaturas políticas y dibujos a la edad de 14 años en el semanario “El Sol” donde firmaba bajo el seudónimo “Gius”. Cuento todo esto sólo para darle el pie indicado y ahora sí, dejarlo hablar:


“Me firmo Galeano, que es mi apellido materno, desde los tiempos en que comencé a escribir. Eso ocurrió cuando yo tenía diecinueve años, o quizá apenas unos días, porque llamarme así fue una manera de nacer de nuevo. A lo largo de los años he escuchado las más diversas versiones sobre ese asuntito de mi nombre elegido. La versión más necia, me ofende a la inteligencia, me atribuye una intención anti-imperialista. La versión más cómica supone fines de conspiración o contrabando. Y la versión más jodida me convierte en la oveja roja de mi familia: me inventa un padre enemigo y oligárquico, en lugar del padre real que tengo, que es un tipo macanudo, que siempre se ha ganado la vida con su trabajo o con la buena suerte que tiene en la quiniela. El pintor japonés Hokusai cambió de nombre sesenta veces por celebrar sus sesenta nacimientos. En el Uruguay, país formal, lo hubieran enjaulado por loco o alevoso simulador de identidad”.
«Nombres/3» de El Libro de los Abrazos (1989)

La amistad, mejor dicho los amigos, atraviesan de lado a lado la obra de Galeano. En sus escritos que mezclan pasajes de su vida con diversos relatos que recopiló a través de su andar por el mapamundi, el autor da un lugar privilegiado a los amigos así lo muestra este texto que recoge una parte de la historia de su amigo, el autor Mario Benedetti: 


“En los suburbios de La Habana, llaman al amigo mi tierra o mi sangre. En Caracas, el amigo es mi pana o mi llave; pana por panadería, la fuente del buen pan para las hambres del alma; y llave por -Llave por llave – me dice Mario Benedetti. Y me cuenta que cuando vivÌa en Buenos Aires, en los tiempos del terror, Èl llevaba cinco llaves ajenas en su llavero: cinco llaves, de cinco casas, de cinco amigos: las llaves que lo salvaron». 
«Celebración de la amistad/1″ de El Libro de los Abrazos (1989)

Galeano además de escritor se desempeñó como periodista. En la navidad de 1996, ejerciendo como tal, mientras imaginaba el mundo que amanecería con el nuevo milenio, proclamó el derecho de soñar; y como si se tratara de un Papá Noel moderno se lo regaló a la humanidad a través de las páginas del diario “El País” de España.


“El derecho de soñar no figura entre los treinta derechos humanos que las Naciones Unidas proclamaron a fines de 1948. Pero si no fuera por él, y por las aguas que da de beber, los demás derechos se morirían de sed”,

escribió.

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