La mañana del lunes 20 de abril de 2020 estaba en el trabajo, intentaba transitar un día más dentro de la vida en pandemia, como tantas otras personas que ni saben que existo y como vos que me estás leyendo. Esa mañana, que había empezado como cualquier otra, se llenó de una música que no era habitual, esa que no es comercial porque no se vende, o porque los dueños del mundo no tienen con qué comprar a quien la interpreta. Se trataba de los acordes de “Entra a mi hogar”, en la inconfundible voz de Horacio Fontova. Tuve que acercarme a la radio, subir el volumen y sentarme porque no quería escuchar lo que sabía que el conductor iba a decir. Horacio “El Negro” Fontova había muerto y el mundo de la cultura nacional había perdido una de sus más brillantes voces.
Hoy se cumple un año de aquel lunes para el olvido y, movido por el enorme afecto que le tengo al artista, a su obra y a su vida, escribo estas líneas que se terminaron transformando no en un homenaje, porque a él no le gustaban, sino en un recuerdo en movimiento que llega desde las letras de Minúscula para quienes quieran sentarse un rato a leer.
Arranqué contando dónde y cómo me enteré de la noticia porque siempre nos acordamos de los acontecimientos que marcan la historia, la nuestra por supuesto, y ya que hablé de aquel lunes para el olvido, ahora entremos de lleno en este martes para la memoria.
Horacio Fontova: “Un negro más porteño que el obelisco”
Según su documento, Horacio Héctor González Fontova nació el 30 de octubre de 1946. “Nací en una clínica que ya no existe más, no me acuerdo cómo se llamaba, pero era algo muy parecido a la famosa Clínica Mayo. Soy un negro más porteño que el Obelisco”, le confesó a Jorge Coscia durante su programa “Puerto Cultura”.
Hombre de muchas profesiones, sin repetir y sin soplar, se desempeñó como músico, compositor, actor, dibujante y escritor. Para explicar cómo fue su educación decía que fue “de peor a mejor”. Transitó la primaria en el colegio La Salle de donde salen “Grondonas y Fontovas”, los estudios secundarios los cursó en el Carlos Pellegrini y después “hizo lo que le gustaba”: estudió Bellas Artes en la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano donde nació su otra profesión, la de diseñador gráfico, que le permitió ser director de arte de la revista “El Expreso Imaginario”.
La imaginación al poder: “El Expreso Imaginario”
Nacida de la idea de Jorge Pistocchi, que había sido director de la revista Mordisco, “El Expreso” nació en 1976 como una revista en donde se hablarían los otros temas que escapaban a la órbita del rock.
La primera tirada fue publicada el 6 de agosto de 1976. Se imprimieron 15.000 ejemplares que desde su portada prometían “viajes, cuentos, sorpresas y rock”.
El grupo detrás de la revista estaba integrado por Pistocchi, Pipo Lernoud, Alfredo Rosso, Fernando Basabru, Claudio Kleiman y Horacio Fontova, que se desempeñó como director de arte y diagramador de la revista.
“Cuando hicimos la emblemática Expreso Imaginario con los queridos Jorge Pistocchi, Pipo Lernoud, Claudio Kleiman, Freddy Rosso; eso sí fue verdaderamente revolucionario para mí porque se decidió salir a las imprentas al mismo tiempo que empezaba El Proceso en el año ’76. Creo que estamos vivos porque lo hicimos muy inteligentemente”, contó Fontova en una entrevista en 2014.
Tanta era la inteligencia y creatividad del negro que por aquellos años del Expreso se apodó de un modo muy particular: se hacía llamar “El General”. Sobre esta decisión explicó: “El mote de general me lo autoimpuse durante la nefasta dictadura. Amigos míos, compañeros del expreso imaginario, me decían ‘Negro te van a matar’ y yo les respondía: No. A mí me defiende la Real Academia Española. Porque la primera acepción de general dice: común a todas las cosas. Por ende todos somos generales”.
Sin embargo, ser inteligentes no bastaba para evadir la vigilancia de las autoridades de la época. “Nos venían a vigilar, no te quepa la menor duda. Teníamos la redacción en Teodoro García y Cabildo y de repente venían tres ‘gorutas’ como los que describe Pipo Cipolatti – en ‘pensé que se trataba de cieguitos’ – a ‘poner un avisito’ en el correo de lectores. Uno venía a dejar su aviso y mientras tanto, los otros dos vigilaban. Miraban todo alrededor y de repente se encontraban con dos hippies empapados que se acababan de cagar a baldazos con las lanas al aire, descalzos y al ver esa imagen habrán pensado que no éramos peligrosos”, contó en una entrevista al programa Puerto Cultura.
El Negro y el Petiso: Nace «Peor es Nada«
Sin duda para los que crecieron en los ’90, “Peor es Nada” es un lugar común cuando hablamos de humor, irreverencia e inteligencia. El ciclo que compartió con Jorge Guinzburg y le valió a Fontova dos premios Martín Fierro, uno como revelación y otro como mejor actor cómico.
La historia de Fontova y Guinzburg comenzó mucho antes del ciclo emitido por Canal 13. Su amistad nació en el viejo estudio de ATC cuando Guinzburg formaba parte de La Noticia Rebelde y Fontova asistía al programa como invitado.
“Con el petiso tuvimos un amor a primera vista que nació cuando me hicieron una nota en la noticia Rebelde, ahí nos hicimos amigos instantáneamente con el petiso Guinzburg. Él era tremendo. Me decía, por qué no hacemos algo juntos en la tele, y a mí como viejo hippie, me parecía que la tele era muy careta. Finalmente me convenció e hicimos Peor es Nada y resultó ser un gran programa”, contó en el programa Entrevista Social Club
Durante las emisiones de Peor es Nada – guionado por Peni y Palomares – Fontova interpretó diversos personajes entre los que podemos mencionar a “Juan Pérez” ese argentino emigrante que soñaba con ingresar al primer mundo, a “Tobul” el adivino que a través de la lectura de sus bolas de cristal vaticinaba los destinos de la nación y por supuesto la inolvidable Sonia Braguetti que irrumpía durante las entrevistas realizadas por Guinzburg a quien llamaba Don Johnson. Sobre el origen de Sonia, personaje que le dio su Martín Fierro como revelación, el negro explicó: “Sonia Braguetti era un viejo personaje que llevé al programa. Lo tomé de la época de los carnavales del centro. Cuando había desfiles por Calle Corrientes y Avenida de Mayo. Había una cosa que a mí me alucinaba que era negros, villeros, sin dientes, vestidos de mujer, barbudos con turbantes con globos como tetas que golpeaban bombos. Era maravilloso porque no eran trans, era insubordinación, eran paganos”.
Una vida marcada por la música
Nacido en una familia muy ligada a la música, de padre cantante lírico y madre concertista de piano, Horacio tuvo que estudiar teoría y solfeo, algo que le pareció bastante plomo, pero la cosa cambiaría en su adolescencia con la aparición de su prima Susi y la llegada de la primera guitarra. En sus propias palabras: “Susi era una folclorista guitarrera que me regaló una guitarra y me enseñó a tocar zambas y chacareras y eso para mí fue una nueva vía. Ahí empezó una nueva historia que me separó de la música clásica”. Integró bandas “Patada de Mosca”, el dúo “Nagual” y el trío “Expreso Zambomba”, nombrado así por Luis Alberto Spinetta, y posteriormente formó “Fontova y la Foca”, “Fontova Trío” y “Fontova y sus Sobrinos” entre otros. Entre sus composiciones más famosas se encuentran “Me siento bien” que además de musicalizar el ciclo “Peor es Nada”, fue la música de un comercial bastante recordado, “Los hermanos pinzones” y “Sacá la mano de la lata”. Pero además del humor, sus canciones estaban plagadas de sentimiento como puede apreciarse escuchando su versión de la canción “Entra a mi hogar” o en los versos de su inolvidable “¡Que viva la chacarera!” del Fontova Trío desde la cual hoy vuelve su voz para recordarnos que “Solo peleando la vida podemos ir pa’ delante”.