
La violencia tiene tantas formas que fue necesario sectorizarlas y definirlas para su mayor entendimiento. Hoy sabemos que existen diferentes maneras de la misma: psicológica, física, sexual, económica, patrimonial, simbólica, doméstica, institucional. Su naturalización está tan enraizada que sus víctimas demoran mucho tiempo en compartir lo que vivieron o quizás nunca llegan a pedir ayuda. En el mejor de los casos se denuncia: si es que lograron desprenderse un poco de la culpa; si es que lograron avanzar con la declaración; si es que les creyeron; si es que armaron alguna red de contención que les brinde fuerza y apoyo; si es que siguen en este plano y lo pueden hacer.

La violencia basada en el género es un término que se utiliza para describir los actos perjudiciales contra una persona sobre la base de las diferencias que la sociedad asigna a hombres y mujeres.
Cuando se decide romper el silencio, el rol de la comunidad es muy importante ya que se convierte en un espacio donde las voces se hacen escuchar. Aquellas horas oprimidas, en las cuales no había escapatoria, comienzan a encontrar un sentido y uno de ellos es la condena social.
Una pregunta muy frecuente es “¿por qué se elige la condena social?”. Cuando la justicia no acciona o no alcanza, cuando los personajes del rigor abundan y los miedos aprietan, cuando la culpa producto de la naturalización consume la mente: se genera una explosión. Ésta actúa como una descarga que busca la libertad después de tanta presión. Poner en palabras el dolor y enlazar cada una de las situaciones vivenciadas despierta. Contamos con un umbral de tolerancia que con el tiempo anestesia el dolor y los días; lo que hace que muchas permanezcan en ese círculo y sea muy difícil encontrar la salida.
Despertar de ello es esperanzador. En ese momento se genera una unión en la cual la víctima por fin puede abrir los ojos y dejar de culpabilizarse. Se hace necesario hacer redes para ello, aunque sea virtuales. Las personas que acompañan, quizás por haber vivenciado alguna situación similar, son las que abrazan y ello provoca un freno en la naturalización y hace desvanecer la soledad. Lo cierto es que no es sencillo, se necesita mucha fuerza para hablar, y aprender que se puede pertenecer a un circulo sin maltratos.

La violencia es un problema de salud pública porque involucra un impacto y una amenaza para quienes la padecen y para la sociedad. El maltrato psicológico es una de las modalidades más sufridas y soslayadas. Se ha demostrado que, en reiteradas ocasiones, el maltrato psicológico precede al desarrollo de un comportamiento físicamente agresivo en la pareja. De esta forma, desde un punto de vista preventivo, el estudio de la violencia psicológica es esencial: al ser un antecedente del abuso físico, resulta necesario intervenir para que no evolucione en esa dirección.
Desde una perspectiva psicológica, se conoce que las personas violentas con sus parejas pueden tener síntomas vinculados con desórdenes de la personalidad, como lo es la depresión. Las carencias en las habilidades sociales, consumo de sustancias y deficiencias en la comunicación también favorecen a ejercer maltrato. Con una mirada más social preponderan – hoy y siempre – los estereotipos de género que pueden generar intolerancia, discriminación y desigualdades. La primacía masculina, conocida como machismo, utiliza la violencia como un mecanismo de control, donde los patrones de conducta se transmiten a través de las generaciones.
Parece mentira que se tengan que explicitar cuáles son los factores de riesgo cuando, sea cual sea el contexto socio cultural o experiencia familiar, ejercer poder sobre un otro con el fin de dañar no es una solución. No es válido ni justificativo bajo ningún punto de vista, y aquí entran en juego los Derechos Humanos. ¿Existe una justificación racional para irrumpir contra el derecho a la integridad y la libertad de otra persona? ¿Realmente tenemos derecho a la libre expresión?

Ojalá, en algún momento, la unión que se genera en los victimarios sea más productiva, y refleje una introspección sobre su accionar, para cortar con el ciclo patriarcal que viene construyéndose en sus entrañas. Porque los que maltratan también están atravesados por un sistema estructural sobre el que se forja la errónea y lábil idea de que la autoestima se construye perpetrando al prójimo, destruyendo sus derechos.
Cuando de estas cuestiones se trata, la recomendación es que no te quedes sola/o; porque no lo estás. Si no podés acudir a algún profesional, existen redes de ayuda que podrán guiarte. También, en San Antonio de Areco contamos con una Comisaría de la Mujer en el Centro Integrador Comunitario (CIC) en Alberdi y Quetgles.
Al mismo tiempo, profesionales de la salud y de la comunicación (como es en este caso) colaboramos con todas las campañas que visibilicen situaciones de daño o abusos. Porque la unión, la promoción, y el acceso a la información son una gran vía para la construcción de nuevas realidades.