CINE

«Que la corriente me arrastre» y otras formas del amor al – séptimo – arte

Milagros Amondaray presentó ayer “Que la corriente me arrastre: cine queer para descubrir”, un libro que reúne diez ensayos de la crítica arequera sobre diferentes películas acerca el amor y las diversas formas de amar. En esta nota repasamos su camino recorrido en el mundo del cine desde sus comienzos hasta hoy.

Milagros Amondaray presentó ayer “Que la corriente me arrastre: cine queer para descubrir”, un libro que reúne diez ensayos de la crítica arequera sobre diferentes películas acerca el amor y las diversas formas de amar. En esta nota repasamos su camino recorrido en el mundo del cine desde sus comienzos hasta hoy.

Por Alfonsina Carissimo


«Si no es luego, ¿cuándo?».

Tal vez fue porque su padre era amante del cine. O porque le fascinaba escucharlo contar historias. Tal vez todo comenzó cuando vio por primera vez “Antes del Amanecer” y pudo verse reflejada en los ojos de Celine mientras leía a Georges Bataille. Quizás fue gracias al test vocacional. O porque su profesora de comunicación en el colegio secundario se lo insinuó. O desde que leyó su primera novela y supo que no necesitaba que nadie la rescatase del hundimiento que sufrió entre esas páginas amarillas. Tal vez fue por su incapacidad de ir al cine en su pueblo. Ella dice que desde siempre.

Milagros Amondaray, arequera hasta en las formas, es crítica de cine desde mucho tiempo antes de haberse recibido como tal. Su experiencia como redactora y apasionada por las letras nació cuando era muy chica, desde pequeña que escribe poesía; incluso algunas fueron editadas y publicadas. Pero no fue hasta su paso por el colegio secundario que comenzó a fusionar sus dos pasiones – la literatura y el cine –.

“Démosle un buen final a esta historia”, primer libro de Milagros Amondaray.

El camino profesional de Milagros comenzó luego de que terminara sus estudios en el Instituto Santa María de la Asunción de San Antonio de Areco. Como quien se lanza a un río y deja que la corriente lo lleve, ella emprendió un camino hacia una profesión con un futuro incierto. “En ese momento no había muchas revistas, y sigue sin haberlas, que paguen por ser crítica de cine”, explica.


«Lo único que deseaba era que el tiempo se detuviese».

Es borroso, algo desenfocado y por momentos gris, el recuerdo que Milagros tiene de su infancia. Un cuarto gigante con una pared pintada por ella misma. La búsqueda de un rincón de la casa en el que no estuviese su hermano para leer tranquila. Su mamá y sus plantas. Un tema de Pappo de fondo. Su papá prendiendo un pucho de la forma en que sólo él lo hacía. El ruido de la peluquería de su abuela. ET en familia. Llorar con ET en familia.

La casa de la familia Amondaray tiene el techo muy alto y más habitaciones de las que cualquier familia compuesta por cuatro personas necesitaría. El rosa desgastado de la fachada antigua de su hogar de toda la vida, sobre calle Arellano, revela la historia de una familia de clase media que fue perdiendo color a medida que su situación económica se deterioraba. Es un lugar que parece quedado en el tiempo.

Milagros, Eduardo Raúl – su papá – y Santiago – su hermano –

Milagros compartía el cuarto con su hermano. Le gustaba mirar películas en familia. No tuvo una fiesta de quince porque prefirió ir a ver jugar a Unión de Santa Fe. Su familia la acompañó. Con 18 años fue jurado del BAFICI. Fue la primera egresada de El Amante. Junto a su mujer, fueron la primera pareja de mujeres que se casó en San Antonio de Areco. Su hermano la describe como “pasional”. Todos los días de su vida escribe. La pérdida de su papá le duele más que nada en el mundo.


«No sabía a qué temía, ni por qué me preocupaba tanto, ni por qué esto que podía causar el pánico de forma tan fácil se parecía a menudo tanto a la esperanza y, al igual que la ilusión en los momentos más negros, me brindaba alegría, alegría ficticia, una alegría con la soga al cuello».

Cuando la Milagros veinteañera estudiaba Letras en el Instituto Joaquín V González se le presentó una oportunidad que cambiaría su vida para siempre: comenzó a escribir en Cinemanía, una revista del diario La Nación. Ese primer paso bastó para que se le abrieran nuevas puertas en el mundo del cine; como lo fue la fundación de Cinescalas, un blog que fue mucho más que sólo un blog. Cinescalas significó la creación de una comunidad, nuevas amistades, la filmación de un documental y el haber conocido a la mujer que se convertiría en su esposa años más tarde. “Mi hermano dice que tengo mucha suerte”, expresa.

Y, como en una película, cada escena de la vida de Milagros se entrelazaba con la siguiente. Propio de toda historia sobre el autodescubrimiento, también hubo un momento de quiebre en su vida. El conflicto de la historia tuvo lugar en una Londres fría, oscura, y con una protagonista que atravesaba un trastorno de ansiedad. Pero esa disrupción hoy no es más que un loop archivado en la memoria de los que atravesaron, junto a Milagros, esa etapa de su vida. Una época clave que fue la que hizo que naciera Cinescalas, un relámpago que echó luz sobre el lado luminoso que existía, aunque por momentos escondido, en su vida.


Hoy, la crítica de cine se encuentra con un libro que resume tu trayectoria profesional y personal hasta la actualidad. La Milagros de hoy es una escritora madura, asumida como bisexual, casada, comprometida con el feminismo y con el colectivo LGBTQI.

Que la corriente me arrastre: cine queer para descubrir” es la segunda publicación de la crítica arequera y reúne diez ensayos sobre diferentes películas del mundo queer. Es un libro político. La palabra yankee “queer” tiene una connotación política, contestataria y revolucionaria. En ese sentido transcurren los relatos de “Que la corriente me arrastre”. El libro recorre diferentes historias de amor y su preludio, ese momento de flirteo que caracteriza a todo enamoramiento. Es un libro romántico que naturaliza el amor en sus diversidades.

Quería que la bisexualidad fuera visibilizada”, cuenta.

La vida de Milagros, hasta hoy, tuvo algo del relato de André Aciman que la periodista eligió para la tapa de su libro (“Llámame por tu nombre”). El tinte natural, descalzo, intelectual y rico en lo cultural que caracteriza al protagonista – Elio – también la caracteriza a ella. Cada momento, cada segundo previo a la publicación de su segundo libro estaba encaminado hacia “Que la corriente me arrastre”. De alguna forma, este texto es la secuela de “Démosle un buen final a esta historia”, su primer libro. Y, de la misma forma en la que James Ivory le dio un final a Elio y a Oliver en su film, tal vez este sea el buen final de Milagros. Su casa en la calle Aristóbludo del Valle. Sus perros. Su biblioteca. Su colección de discos. Irse cada noche a dormir llamando a su esposa por su propio nombre. Tal vez, sin darse cuenta, le dio un buen final a su historia.


«Esto es como volver a casa, es como volver al hogar tras muchos años viviendo entre troyanos y lestrigones, como volver a un lugar en el que todos son como tú, donde la gente te entiende y sabe de ti; volver a casa como cuando todo se derrumba y te das cuenta de que durante años has estado toqueteando las combinaciones erróneas».

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