CINE

«La Noche de los Lápices»: construir Memoria desde el arte

Por Sebastián Romero


Imaginá que sos un estudiante de colegio secundario y que, mientras terminás tus estudios, formás parte del centro de estudiantes de tu escuela. Imaginá que con tus compañeros emprendiste una lucha por el boleto estudiantil, ese que antes del 2020 usaste tantas veces pero tan pocas te detuviste a pensar en cómo lo obtuviste.

¿Pensaste alguna vez que cada vez que viajás diciéndole al chofer: “Secundario” es gracias a la lucha de un grupo de estudiantes que fueron detenidos-desaparecidos y torturados durante la última dictadura cívico militar argentina? Quizás lo sabés, quizás no, pero la noche del 16 de Septiembre de 1976, hace 44 años, una noche como esta, un grupo de tareas integrado por oficiales de la policía de Buenos Aires irrumpió en los hogares de un grupo de estudiantes, que tenían entre 16 y 19 años y delante de sus familias los arrancó de su hogar.


Los estudiantes eran: Claudio de Acha, Gustavo Calotti, María Clara Ciocchini, Pablo Díaz, María Claudia Falcone, Francisco López Muntaner, Patricia Miranda, Emilce Moler, Daniel A. Racero y Horacio Úngaro. Tenían entre 16 y 19 años al momento de su desaparición.


El caso tomó notoriedad pública en 1985, luego del testimonio de Pablo Díaz, uno de los sobrevivientes (Emilce Moler, Gustavo Calotti, y Patricia Miranda), en el Juicio a las Juntas.

La historia fue llevada al cine en 1986 por el director Héctor Olivera. El film fue protagonizado por Alejo García Pintos, Vita Escardó, Pablo Novak, Pepe Monje y Leonardo Sbaraglia, tuvo un guión escrito por Olivera y Daniel Kon basado en el libro homónimo de María Seoane y Héctor Ruiz Nuñez, se estrenó el 4 de septiembre de 1986.


Con la firme creencia de que el arte también construye la memoria de los pueblos y con el fin de hacer hoy (y siempre) un profundo ejercicio de la Memoria, desde Minúscula conversamos con Alejo García Pintos, actor que interpretó a Pablo Díaz en la versión cinematográfica de esta historia.



– ¿Cómo fue la experiencia en “La Noche de los Lápices”?

– Fue algo muy importante porque significó el comienzo de mi carrera como actor profesional, con un tema de un gran compromiso social, terrible, de una cruda realidad; estaba a quedando marcado en el celuloide una historia que ocurrió en nuestro país y que tuve el honor de protagonizar en la pantalla grande. Más allá del resultado artístico de la película – que en su momento fue muy exitosa y muy premiada – , lo que queda es que a través de los años se sigue proyectando en diferentes lugares; escuelas, cines, universidades, debates, ha sido motivo de tesis, no solo en Argentina sino en el mundo y tuve la posibilidad de acompañarla en su viaje en varias oportunidades.

– ¿Cómo te ves a vos mismo en ese film?

– Una de las cosas que me suceden personalmente con la película es que aunque sé que lo que veo en pantalla es una actuación lo siento muy real. No puedo verla de manera corrida, tengo que frenar de a momentos porque me resulta algo muy fuerte. Creo que esa es una de las cosas más maravillosas que tiene el arte, esa capacidad de transmitir realidad y despertar sentimientos.
En parte, me siento responsable del hecho de que la película haya resultado creíble. Además, la película trascendió el mero hecho cinematográfico, incluso hasta lo social; es una bandera para Organizaciones de Derechos Humanos, es una carta de presentación al mundo sobre lo que ocurrió en nuestro país.

– ¿Existe algún recuerdo que haya quedado en tu memoria con el pasar de los años?

– Tengo millones de anécdotas respecto a la película y tal vez una de las más fuertes, que pinta lo que realmente ocurrió con ella sucedió en Alemania, en el marco de una muestra de Cine Argentino. Un crítico de cine alemán, que hablaba en perfecto español porque lo había tenido como segunda lengua en su colegio, me decía que más allá del Holocausto que ellos habían vivido y de lo avergonzados que estaban por las cosas que ocurrieron en su país, para ellos la película era “ciencia ficción. Ellos no podían creer la metodología y la organización con la que se hizo el plan orquestado por los civiles y militares en la época de la dictadura; y ellos pasaron un Holocausto. Lo que pasa es que allá sucedían las cosas a la vista de todos. Todos sabían quiénes eran, acá fue solapado. Me dijo: “No podemos creer que hayan hecho esto con chicos tan jóvenes, con adolescentes”. No me lo olvide nunca más. Más allá del horror, del espanto y el dolor, a mí me sigue llenando de orgullo la película porque me parece que es un claro reflejo de nuestra historia y quedará para siempre así.

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