RESEÑAS teatro

“Despertar de Primavera”: un musical urgente

El clásico de Broadway «Spring Awakening», en su versión argentina dirigida por Fernando Dente, llegó al Teatro Ópera con una potencia difícil de ignorar. «Despertar de Primavera» es una experiencia que deja sin aliento y abre conversaciones urgentes: el despertar sexual, la identidad, el aborto, el suicidio adolescente. Desde los primeros acordes hasta el último aplauso, la obra nos sacude, nos incomoda y nos devuelve a nuestra adolescencia.


Una propuesta que deja sin aliento

“Esta es la edad de ser libres y a nuestros cuerpos se los culpará”.

Conocí Spring Awakening porque soy fanática de Glee. Me gusta cantar en el espejo como a Rachel Berry y durante muchos años Jessie St. James fue el amor de mi vida. Cuando me enteré que Lea Michele (Rachel) y Jonathan Groff (Jessie) habían co-protagonizado un musical de Broadway, previo a Glee, me obsesioné.

Los musicales tienen un valor agregado difícil de explicar. Se trata de un elemento que no forma parte de este plano. Algo que te hace viajar a una realidad paralela, en la que todo es posible. Aquella que tiene música de fondo y escenas en blanco y negro.

“Frühlings Erwachen” o “Despertar de Primavera” es una obra de teatro escrita por el dramaturgo alemán Frank Wedekind en 1891. En la era de las IA, la hiperconectividad y las nuevas tecnologías, pensar en el siglo XIX es pensar en otro mundo. 

Sin embargo, la primera vez que vi el musical de Broadway de 2006, la historia se sintió más actual que nunca. Las impecables voces, la propuesta musical, el vestuario, el casting. Y una prosa que me emocionó hasta las lágrimas.

Con esa vara altísima llegué al Teatro Ópera el sábado a la noche. El ambiente vibraba. Se escuchaban tarareos, respiraciones contenidas. Y entonces, el primer acorde. La primera canción. Conocí a una Wendla (Trini Montiel) y un Melchior (Octavio Murillo) argentinos. Me vi a mí misma y a todas las personas de la audiencia en nuestra adolescencia. Llorando a gritos. Riendo a carcajadas. Cantando porque sí. Dentro de una adolescencia que nunca se fue del todo.


La adolescencia en primera persona

“No hay nadie que sepa como curar a mi alma que llora en la oscuridad”.

“Los adolescentes no exageran. Los adolescentes gritan. Gritan a su manera, como pueden, como les sale. Son gritos de auxilio, de angustia, de dolor, de pánico, de impotencia”, narraba Nicolás “Zabo” Zamorano en su libro autobiográfico “Yo, Adolescente”.

La adolescencia significa mucho más que una etapa en la vida de las personas. Es un territorio de búsqueda, de decisiones impulsivas, de cuerpos urgidos de contacto. Es una pregunta enorme que no tiene respuesta.

En la nueva versión argentina de Despertar de Primavera, la escenografía se destaca. Llevada adelante por Gonzalo Córdoba Estévez, se trata de una puesta en escena cruda y brutalista. Una estructura enorme de cemento simboliza las barreras que enfrentan los jóvenes, ya sea impuestas por el entorno o autoimpuestas.

Sin embargo, este bloque a su vez sirve como sala de juegos. Con lo divertido, lo lúdico, lo gracioso atravesando a cada personaje en este nuevo “despertar”. Es ese lugar físico y simbólico en el que las adolescencias se encuentran. Lejos del mundo. Cerca del suyo.

Desde que comienza la obra vemos al elenco jugar. Juegan y gritan. Juegan y se besan. Juegan y se tocan. La línea entre el juego y la realidad se desdibuja. ¿Son niños? Tal vez, pero atraviesan realidades igual de duras que los adultos. Muchas veces, con mayor madurez.

El elenco joven está compuesto por Trini Montiel, Octavio Murillo, Tomás Wicz, Paz Gutierrez, Mariel Percossi, Joaquín Scotta, Marto Rodríguez, Valentina Pergolini, Sol Tobías Cordova, Luis Rodríguez Echeverría, Felipe Paissanidis, Azul Mazzeo y Santiago Toledo.

Voces tiernas, cuidadas; coreografías eléctricas; vestuarios de estilo tulle. Despertar de Primavera es, antes que todo, una historia joven, narrada por voces jóvenes. Bajo la dirección de Fernando Dente, el musical que conmueve desde 2006 encuentra en esta versión argentina un nuevo latido necesario.


¿Qué pasaría si nos replantearamos nuestra adultez?

“Por las noches no descanso dando vueltas sin dormir”.

En marzo, Netflix estrenó la miniserie Adolescencia. En pocos días, fue tendencia global y se posicionó entre lo más visto. Se escribieron críticas, se analizó su valor cinematográfico y psicológico, se habló de sus protagonistas. Pero, ¿por qué las historias adolescentes nos conmueven tanto? ¿Será, tal vez, porque todos fuimos uno?

En Despertar de Primavera, los personajes adultos son interpretados por Iñaky Agustín y Vanesa Butera. Como los adultos tienden a generalizar a los jóvenes con frases como “Ya se le va a pasar” o “Es la edad”, la obra responde mostrando esa generalización a través del recurso escénico de repetir los mismos actores para todos los roles adultos.

Todos fuimos adolescentes alguna vez. Muchos de nosotros somos adultos con heridas de nuestra adolescencia. Tal vez por eso es que estas historias nos interpelan tanto. Pero… ¿Cuánto nos replanteamos de nuestra adultez a partir de lo que fuimos?

En la obra, Moritz (Tomás Wicz) encuentra en Fanny Gabor (Vanesa Butera), madre de Melchior, una figura adulta que lo escucha con ternura. Pero no logra ofrecerle la ayuda que necesita. Y el suicidio aparece como única salida.

Todos tuvimos ese adulto que un día nos escuchó, que nos prestó atención, que nos hizo sentir valiosos. Es importante que sepamos que estamos a tiempo. Siempre podemos intentar ser ese adulto para un adolescente. Podemos ser el Fanny Gabor de alguien. Se lo debemos a nuestro “yo adolescente”.


¿Por qué todos deberían ver Despertar de Primavera?

“Si dudo, entonces me persiguen. Y lo peor de mí es la sentencia que consiguen”.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud, 720.000 personas se quitan la vida cada año. Esta es una problemática social que afecta directamente a los adolescentes ya que los suicidios son la tercera causa de muerte en jóvenes de entre 15 y 29 años.

Despertar de Primavera es un musical urgente porque aborda con sensibilidad las problemáticas adolescentes. Es un llamado de atención, una carta de advertencia hacia una sociedad que se olvidó de sentir, de gritar, de cantar.


“Despertar de Primavera no habla de uno. Habla de todos.  De lo que se calla, de lo que arde, y de lo que todavía puede cambiar”,

Fernando Dente.

El musical habla de una “nueva generación”. De los adolescentes que vivieron la pandemia del Covid-19 encerrados en sus cuartos. Pegados a las pantallas, esclavizados por las redes sociales, viviendo una realidad atravesada por lo virtual.

Un estudio del Observatorio de Psicología Social Aplicada (OPSA) de la UBA advierte que uno de cada diez argentinos está en riesgo de padecer un trastorno mental. Y que los más vulnerables son los jóvenes.

En Despertar de Primavera, las problemáticas aparecen en cada espacio: la escuela, la familia, la amistad. Los adolescentes están llenos de preguntas. De ideas. De inquietudes. Y buscan alguien que los escuche. 

“Querés gritar y no das más. Y nadie quiere contestar. ¿Y a quién le va a importar si explotás?”, canta Moritz en “Ya no hay nadie más”. ¿Realmente ya no hay nadie más? ¿Vamos a aceptar este sistema individualista que nos empuja al límite? ¿O vamos a intervenir?


Fer Dente: un reencuentro con su propia historia

«No encuentro a mi sombra y en soledad yo busco la llave de mi alma y no está».

Año 2010. Argentina estaba atravesada por una estética punk-rock. La cuarta temporada de Casi Ángeles estaba al aire. Comenzaban las redes sociales en los celulares. En ese contexto, se estrenaba la primera versión local de Despertar de Primavera, producida por Cris Morena Group y protagonizada por un joven Fernando Dente.

15 años después, Fernando sería quien llevaría adelante este proyecto conmovedor y necesario al escenario del Teatro Ópera en un nuevo despertar. En un reencuentro con sus orígenes. Un nuevo comienzo, un volver a empezar.


“Esta obra es muy especial para mí. Hace 15 años fui parte de este musical como actor. Hoy vuelvo como director, con una nueva generación de artistas, y con una herida distinta, pero igual de viva”,

manifiesta Fernando.

En la versión de Despertar de Primavera de 2010, Florencia Otero y Federico Salles acompañaban a Dente en los roles protagónicos. Casi veinte adolescentes interpretaban una obra irreverente, arriesgada, pero por sobre todo, urgente. Urgente entonces, urgente hoy.

Uno de los mayores desafíos de esta nueva puesta era cómo resolver las adaptaciones locales: traducciones, escenografía, vestuario. ¿Cómo honrar una obra icónica y lograr que funcione en otro tiempo, en otro país?

Costuras a la vista, corsets, capris sastreros, chokers, polleras de tul. El vestuario de las adolescencias de hoy traducidos a una obra basada en la alemania del siglo XIX. El vestuario del musical de Fer Dente lo llevó adelante, de manera muy acertada, el equipo de La Polilla.

Sí, el idioma argentino puede resultar complejo. Algunos pasajes del guion buscan lo coloquial – característico de las juventudes – con riesgo de sonar forzados. Adaptar una prosa de hace más de un siglo a un presente tan distinto no fue tarea sencilla.

Pero la dirección, las voces y una banda sonora impecable hacen que todo encaje. Que la audiencia se sumerja en ese pueblo alemán del siglo XIX… Y no quiera dejar de cantar.


Juventud, divino tesoro

“Florecerá el verano y las almas volarán”.

El elenco joven de Despertar de Primavera merece un capítulo aparte. Casi una docena y media de artistas en escena nos robaron suspiros, lágrimas y el aliento. A las audiciones abiertas se presentaron 5.255 personas. Solo 13 fueron seleccionadas.

El papel de Melchior es crucial: es el eje que conecta todas las historias. Une a las chicas con los chicos, a los adultos con los jóvenes, y a su madre con Moritz. En un principio, Octavio Murillo iba a interpretar a Moritz, y Felipe Bou Abdo a Melchior. Pero tras la baja de Felipe, Octavio asumió el rol principal, y Tomás Wicz tomó el de Moritz. Por suerte. No podrían haberse elegido intérpretes más acertados.

“Yo no iba a audicionar porque había dado de baja mi futuro como artista”, contó Octavio, quien se anotó gracias al impulso de la madre de Tomás. Un cruce de caminos necesario.

Tomás Wicz brilló como Moritz: eléctrico, honesto, profundamente conmovedor. Su personaje lo atraviesa todo: inocencia, angustia, deseo, confusión. Un cóctel emocional difícil de descifrar, y tan propio de la adolescencia.

La icónica escena de intimidad entre Melchior y Wendla fue resuelta con gran delicadeza por Octavio Murillo y Trini Montiel. Sus voces y sus cuerpos —frágiles, vulnerables, sinceros— se acoplaron como piezas de un rompecabezas. El desarrollo actoral fue tan claro como conmovedor.

Mariel Percossi nos estremeció con su interpretación de Martha, y su dúo con Paz Gutiérrez (Ilse) fue tan demoledor como bello. Dos mujeres jóvenes, talentosas y con un poder escénico que arrasó.

Vanesa Butera, en los roles adultos femeninos, nos regaló risas y esa calidez maternal que se extraña en la obra. Iñaki Agustín fue versátil y preciso, dando vida a un padre abusivo, un médico, un director y un profesor de latín, con la crudeza y el cinismo justos.

Lare fue un Otto magnético y vibrante. Joaquín Scotta conquistó al público como un encantador Hanschen, especialmente en su escena junto a Felipe Paissanidis (Georg). Valentina Pergolini interpretó a Anna, Marto Rodríguez a Ernst, y Sol Tobías Córdoba a Thea. El elenco se completó con Azul Mazzeo y Santiago Toledo como swings.

Un grupo de jóvenes artistas con algo urgente que decir. Con voces potentes, cuerpos que sienten y un mensaje que no se puede silenciar. Despertar de Primavera no es solo un musical urgente: es un musical necesario. ¿Estás listo para despertar? El último domingo de julio es tu última chance. Podés comprar tus entradas a través de Ticketek.


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