Volvió la Feria del Libro y Revista Minúscula eligió al escritor argentino Lisandro Urquiza para analizar la – a veces cuestionada – literatura de género.
Este es el tercer año desde que la Feria del Libro cuenta con el Espacio de Diversidad Sexual y Cultura, un sector que dispone de un auditorio y una librería enfocados en promover la diversidad sexual, tanto en el ámbito educativo como el artístico.
En este espacio se presentaron algunos autores referentes de la comunidad LGBT para exponer su trabajo y proponer debates. Además, brotaron algunas interrogantes que aún no tienen una respuesta universal concreta: ¿cómo se define la literatura de género? ¿Será una herramienta para que la comunidad LGBT pueda extirpar la estigmatización? ¿Se trata solo de entretenimiento moderno?

Es normal que, intentando responder a las anteriores preguntas, y dependiendo el lugar de la vida en que estemos parados, surjan diferentes opiniones al respecto. Quienes no pertenecen – ni empatizan – con a la comunidad LGBT suelen responder que se trata de una obra que tiene protagonistas homosexuales o que podría estar escrita por algún autor homosexual. Quienes pertenecen al colectivo, o quienes empatizan con él, suelen considerar a la literatura de género como un vehículo aleccionador, que concientiza y visibiliza al respecto.
También podríamos decir que la literatura LGBT es un cúmulo de algunos, o todos, los anteriores componentes. Cierto es que la misma no tiene que ver con un género literario como sí lo son el policial, el suspenso o el drama. Entonces, ¿de qué hablamos cuando nos referimos a la literatura de género? Si buscamos en sus raíces, los primeros brotes hablan de una categoría política que contribuye a expandir los derechos de la comunidad homosexual.
“En la actualidad, creo que tiene algo de político, algo de marketinero y algo también de prejuicioso. En el prólogo de mi primer libro, hablo de una historia de amor, pero no la presento como la historia de amor gay, ni como de temática LGBT”, dice el escritor argentino Lisandro N. C. Urquiza, autor de “Los chicos rubios” y “El viaje de Tomás y Mateo”, entre otros, ambos sobre temática de género, que proponen historias sensibles, de proyección positiva y esperanzadora para la comunidad homosexual.
El inmensurable capitalismo convirtió a la cultura en mercancía y las diversidades sexuales no quedaron fuera de esta transformación. A través del marketing y los prejuicios, tal como nombraba Lisandro, muchas veces se retrata a la comunidad homosexual con historias libidinosas y juventudes pecaminosas. “Claro, eso vendió y aún vende, pero no representa”, concuerda el autor oriundo de Gualeguaychú.
¿DESDE HACE CUÁNTO HABLAMOS DE GÉNERO?
Si tenemos que hablar de precursores de la literatura homosexual en Argentina, algunos dirían que uno de los primeros cuentos que contribuye a una militancia gay es “La narración de la historia”, de Carlos Correas. Se trata de una obra publicada en 1959 por la revista Centro, del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras. Dicha publicación provocó un escándalo que terminó en un juicio a los editores. Entre ellos, al profesor universitario y editorialista, Jorge Lafforgue.
Este cuento contribuyó a la creación de una identidad homosexual en la literatura de nuestro país, pero fue más que eso. Utilizó también el vínculo entre el estudiante y el “morochito” para poner en juego a las clases sociales. De esta manera, hizo política desde la identidad sexual y el clasismo.

“En la actualidad, las personas de mi edad, los adultos, tenemos la obligación de ser la generación bisagra que se encargue de abrir las puertas de una nueva sociedad para los más jóvenes”, agrega Lisandro apoyando la idea de que la literatura LGBT es un “compromiso” y por eso no debe expresarse solo desde lo sexual y libidinoso, como lo hace la mayoría del contenido comercial que habla sobre homosexualidad y abunda en los medios de comunicación.
“Aún es muy común que en lugar de hablar de amor se priorice contar una conducta de instinto animal cuando se refieren a dos personas del mismo sexo que se atraen. Por eso, en mis libros enfoco en contar cómo se siente un hombre mientras hace el amor con otro hombre”, aclara Lisandro reconociendo que, si bién lo sexual vende y es parte natural de una relación, existe la responsabilidad afectiva dentro de la comunidad homosexual y “hoy es importante hablar también de ello”.
LOS DOS DESAFÍOS DE LISANDRO
El escritor recuerda: “Cuando publiqué mi primer libro, de manera independiente, (2018) la mayoría de la literatura de género que existía hasta el momento era sobre historias que solían terminar en un final trágico”, y reconoce: “Ahí me enfrenté a mi primer desafío: mostrar que las personas LGBT pueden criar hijos, formar familias y tener un final feliz, como cualquier otra persona”.
Dentro de la literatura LGBT hay una pesada herencia. Generalmente, tanto en el universo literario y más aún en el cine, hasta hace unos años era poco común encontrar amores homosexuales con finales felices. Se los mostraba depravados, excéntricos; abiertamente libidinosos y esto todavía se suele ver representado en los contenidos de difusión masiva.
Por supesto, en los libros de Lisandro existen escenas de sexo entre sus personajes. Pero lo que deja de manifiesto en aquellas escenas es que “todos nos podemos enamorar y vivir ese amor desde lo físico, sin olvidar lo espiritual”. El autor utiliza el sexo como un vehículo para el amor y no como un fin en sí mismo.

“Cuando empecé a escribir tenía la intención de visibilizar la vida de las personas adultas de la comunidad LGBT en Argentina. Hasta el momento, en nuestro país solo había libros que contaban historias románticas LGBT, pero mayormente protagonizadas por adolescentes o personajes muy jóvenes. Fue ahí que descubrí mi segundo desafío, me pregunté: ¿qué pasa con las personas de mi edad, con los adultos?”, recuerda el escritor.
Podría decirse que ambos desafíos – no priorizar la genitalidad y hablar de una homosexualidad madura – son los que conviertieron a Lisandro en uno de los pioneros (en Argentina) en hablar sobre responsabilidad afectiva dentro de la cuestionada literatura de género actual.
Esto hizo que su títulos despertaran un gran interés y atravesaran las fronteras. “Los chicos rubios” y “El viaje de Tomás y Mateo” empezaron a venderse en España y el primero de ellos, también traducido al portugués para el público brasilero. Sin dejar pasar que en el Espacio de Diversidad Sexual y Cultura, de la Feria del Libro, hubo jornadas en las que se agotaron.
SIGAMOS EXCAVANDO EN LA HISTORIA
Gran parte de la sociedad literaria coincide en que la primera novela gay argentina fue “El beso de la mujer araña”, de Manuel Puig (publicada en 1976), que narra la historia de un preso político y un homosexual que conviven en la misma celda. Es real que, antes de la publicación de esta afamada obra, casi la totalidad de lo publicado retrataba una homosexualidad negativa, como si fuera un problema a solucionar. Pero resulta que Puig no fue el pionero.
Más de diez años atrás, en 1964 Renato Pellegrini había publicado “Asfalto”, una novela que cuenta, en primera persona, la historia de un adolescente cordobés que llegó a Buenos Aires y se sumergió en la nocturna vorágine de la capital.
Esta novela fue la última que publicó la editorial argentina Tirso Ediciones, reconocida como la primera en América Latina en patrocinar contenido homoerótico. Fundada y dirigida por el mismo Pellegrini y Abelardo Arias, también escritor.
Revista Gente fue el único medio de la época que se animó a publicar una reseña sobre aquel libro, citando: “Una audaz novela casi autobiográfica que está escandalizando a Buenos Aires”.

Para ese momento, Argentina era comandada por el dictador Juan Carlos Onganía, el libro de Pellegrini fue censurado y el autor atravesó un difícil proceso judicial que concluyó en una pena de tres meses de prisión por el delito de obscenidad (previsto en el artículo 128 del Código Penal vigente para entonces).
“Hay muchos avances desde entonces, pero todavía existe una necesidad muy grande de ser escuchados y entendidos. Hay lectores que me suelen contactar y me cuentan todo lo malo que les toca vivir por ser LGBT, o por estar descubriéndose”, agrega Lisandro, exponiendo que hoy los autores no son perseguidos por ninguna dictadura, pero que la comunidad homosexual, los lector, son los nuevas víctimas de las secuelas de la estigmatización y de un capitalismo que comercializa la genitalidad homosexual.
ESCRIBIR “PARA TIEMPOS MEJORES”
Resulta que, en 1914 existió un autor que tenía conocimiento de que el mundo iba a cambiar y escribió sobre amor gay, pero para ser leído varias generaciones después. El escritor inglés E. M. Forster, comenzó a escribir su novela “Maurice” en 1913 y terminó de redactarla al año siguiente.
Este libro, además de ser el registro más antiguo de la literatura LGBT, es una verdadera huella histórica sobre cómo los homosexuales vivían en una época de censura y persecución. Pero los miedos del autor llevaron a extender su publicación unos 57 años. Recién en 1971, luego de la muerte de Foster, esta obra logró ver la luz.
“Para tiempos mejores” era la frase que tenía la carátula de su borrador, haciendo referencia a que su lanzamiento debía reservarse para cuando el pensamiento colectivo hubiera avanzado.
En su prólogo, el autor refiere que escribió “Maurice” con la intención de que por primera vez en la ficción existiera un final revolucionario para su época: sin ejecuciones, sin encarcelación y con un mensaje esperanzador para la comunidad homosexual.
Parece que ese momento llegó, la gente está despertando. La comunidad LGBT encaró una era de producción de contenido para la liberación del estigma y los prejuicios.
“Hay personas, jóvenes y adultos, que todavía no pueden hablar de temas como su sexualidad y sobre cómo la viven”, reconoce Lisandro y agrega: “entonces, interactúan con un libro. Por eso es muy importante la responsabilidad de la literatura cuando habla sobre género”.
¿Por qué es importante una literatura LGBT responsable? Según una encuesta realizada por Ghostwriter Argentina, la lectura creció un 45% en nuestro país y el 66,2% afirmó haber recobrado la costumbre de lectura que había abandonado por falta de tiempo. Eso significa que la lectura pudo recuperar bastante de aquel espacio que le había sido arrebatado por el devorador mundo del entretenimiento comercial. Una oportunidad para concientizar.
Imaginemos por un momento que hay padres, o hijos, de personas homosexuales que si se basan en lo que consumen en la mayoría de las películas o series, solo van a entender lo que la industria refleja y aquello que la historia arrastra. ¿Quién quiere como familiar a un depravado, infiel o pecador? Por eso, en la actualidad, las diversidades sexuales necesitan productores de contenido literario sensible y aleccionador para contrarrestar aquella mala fama.
“Eso aumenta el compromiso que debo tener para con la comunidad LGBT y con todo aquel que se sienta marginado o rechazado por la sociedad”, admite Lisandro argumentando los ejes de sus libros: el amor sensible y responsable o historias de familias heterosexuales que se desarman, se transforman en híbridas y encuentran la felicidad. Sin tabúes, sin morbos, sin etiquetas. Sin esconderse de nadie.

Lisandro recuerda, orgulloso, la experiencia con uno de sus lectores: ”Un adolescente me contó que no sabía cómo hacer para que el padre entendiera su condición. Fue ahí que decidió regalarle uno de mis libros”. Sus ojos se ponen vidriosos y continúa recordando: “Un muchacho compró uno de mis ejemplares y le agregó una alianza para proponerle matrimonio a su pareja, quizá esperando que su relación fuera como la de mis personajes”.
El domingo 8 de mayo, Lisandro Urquiza dió una charla en en la sala Alejendra Pizarnik, de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Un puñado de fanáticos, amigos y colegas compartieron la presentación de “Los chicos Rubios” y “El viaje de Tomás y Mateo”, de Editorial Barenhaus. “Todavía queda mucho por escribir, mis personajes tienen bastante más para contarles sobre el amor y la vida”, concluye Lisandro.
Dentro y fuera del movimiento LGBT, seguirá existiendo el desacuerdo a la hora de precisar qué es la literatura de género y tal vez nunca lleguemos a definirla con certeza. Pero, si la historia nos deja algo en claro es que desde hace años se viene preparando para echar luz sobre las actuales diversidades prejuiciadas.