
Luego de tres exitosas temporadas en Argentina, la obra protagonizada por Paula Cancio y Miguel Ángel Solá volvió a las funciones con público en Madrid.
Por Sebastián Romero
Desde el 23 de enero puede verse “Doble o nada” – la obra basada en “Testosterona” de la autora mexicana Sabina Berman -, en el escenario de los Teatros Luchana de Madrid.
En la obra, Solá interpreta a Ricardo, un director de un importante diario que decide retirarse. Con el retiro aparece una interrogante en sus subalternos: ¿quién ocupará el lugar de Ricardo?
¿Acaso será Micky (Cancio), subdirectora encargada de llevar adelante la exitosa versión web del medio; la periodista; la mujer que se formó a la sombra de Ricardo? ¿O será el otro subdirector, un hombre cuyo único mérito es pertenecer al género masculino; que además carece de talento alguno y vive como un parásito, tomando como propias las ideas de sus subordinados?
«Doble o nada» es una apuesta; la que Ricardo propone a Micky: doblarle el sueldo o despedirla. Dicho así pareciera simple, ¿no? La cuestión es que, si la subdirectora quiere el puesto, deberá someterse, según su jefe, a algunas perversiones.
El amor, el desamor, los engaños y las verdades reveladas se pondrán al descubierto y revelarán la verdadera naturaleza de quienes en una noche elegirán – voluntaria o involuntariamente – ser todo o nada.
La obra de Berman desnuda como ninguna otra la naturaleza humana y nos invita a reflexionar hasta qué limites podemos llegar movidos por el amor o la falta de él.
En esta nota exclusiva para Revista Minúscula, la actriz Paula Cancio, desde España, nos cuenta cómo vive el regreso a los escenarios en tiempos de pandemia de la mano de “Doble o Nada”.
Al consultarle cómo fue su primer encuentro con el texto teatral, Cancio cuenta que ocurrió hace casi seis años atrás cuando tuvo en sus manos la primera versión de “Testosterona”, el germen del cual surge “Doble o nada”. Con respecto a su primer acercamiento con el texto, la actriz expresó: “Me pareció que la obra tocaba temas muy interesantes para profundizar: la manipulación, la lucha de poder, la lucha entre sexos, la conciliación familiar y personal, las mentiras”.
– ¿Cuál fue tu sensación después de la primera lectura?
– Mi sensación tras aquella primera lectura fue la de “quiero interpretar esta obra”.
– ¿Cómo fue prepararse para este regreso a los escenarios de la mano de «Doble o Nada» en tiempos de pandemia?
– Ensayamos en el salón de mi casa, en estos tiempos COVID-19 y Filomena, es el lugar más cómodo para ensayar. Nuestra forma de trabajo tiene todo que ver con el teatro vivo, así que no hemos dejado de generar modificaciones para hacerla más acorde con estos tiempos.
– ¿Cuál es el mayor desafío que te trajo interpretar a Micky?
– El arco del personaje, es un desafío maravilloso tener muy claro desde dónde entras en escena y hasta dónde debes llegar.
Sobre la respuesta del público, Cancio afirma que es lo más impresionante que vivió sobre el escenario y explica: “Durante la representación no se mueve una mosca, el silencio y la atención son absolutos. Hay alguna risa que se va transformando en risa nerviosa con el correr de la función pero sobre todo eso, atención. El público enseguida siente que nada es lo que parece en ‘Doble o Nada’ y que sí se pierden algo, pueden estar perdiéndose todo”.
– ¿Cómo vivís la vigencia de la obra?
– Trabajamos a diario, para que la vigencia sea plena. Tenemos la gran suerte de habernos encontrado con una autora muy cómplice con nosotros, Sabina Berman, con la que tenemos continua comunicación e intercambio de ideas.
– Después de tres temporadas representando la obra en diferentes escenarios de Argentina y España, si tuvieras que elegir un recuerdo de esta experiencia, algo que se haya quedado siempre con vos, ¿cuál me contarías?
– Hay muchos, pero uno de esos que se me quedaron grabados fue en una de las representaciones en Buenos Aires, durante el segundo acto, cuando mi personaje está en un estado emocional bastante alto y haciendo muchas preguntas al personaje de Ricardo. En un momento dado, en vez de llamarle Ricardo, le llamé Miguel. Claro, las carcajadas fueron unánimes, no había forma de salvarlo, así que tras una breve pausa sobre el escenario tratando de retomar lo antes posible el hilo de la discusión lo retomé y quedó en eso: en una anécdota graciosa.