Crecer en democracia también es aprender a votar. A más de diez años de la Ley de Voto Joven, más de un millón de adolescentes pueden participar en las elecciones. Desde Minúscula, en el marco de las elecciones legislativas pasadas del 26 de octubre, charlamos con Marco Frank, estudiante de abogacía – 22 años – y Santino Augelli, de la misma edad y estudiante de Ciencias Políticas, ambos en la Universidad de Buenos Aires, sobre qué opinan y qué lugar ocupa la política en una generación que desconfía, pero no es indiferente.
En 2012, Argentina dio un paso importante al sancionar la Ley 26.774, conocida como Ley de Voto Joven, que permitió a los adolescentes de 16 y 17 años participar de manera voluntaria en los procesos electorales. Desde entonces, más de un millón de jóvenes cada elección tienen la posibilidad de acercarse a las urnas, aunque no están obligados por ley a hacerlo ni son sancionados en caso de ausentarse.
Este 26 de octubre, durante las elecciones legislativas en las que se renovará la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado, 1,1 millones de jóvenes figuraba en el padrón electoral, según datos de la Cámara Nacional Electoral (CNE).
La provincia de Buenos Aires concentra la mayor cantidad de votantes de entre 16 y 17 años, con 435.329 adolescentes habilitados. Le siguen Córdoba (93 mil), Santa Fe (82 mil) y la Ciudad de Buenos Aires (58 mil). En el otro extremo, las provincias con menor cantidad de votantes jóvenes son Tierra del Fuego (casi 5 mil), La Pampa (9 mil) y Santa Cruz (9.420).
Si se observa el peso de este grupo dentro del padrón total de cada jurisdicción, Misiones encabeza el ranking con un 3,8% de votantes jóvenes, seguida por Formosa (3,6%), Salta (3,6%), Jujuy (3,5%) y San Juan (3,5%), de acuerdo con datos de Chequeado.
A más de diez años de la implementación de la ley, hay una pregunta que sigue abierta: ¿cómo se sienten los jóvenes frente a la política? Una encuesta nacional realizada en 2023 por Cippec y Unicef a más de 1.100 jóvenes de entre 12 y 24 años muestra un panorama mixto. El 43% considera el voto un derecho fundamental, pero el 53% afirma no sentirse representado por los partidos ni por los candidatos que se presentan en las elecciones.
Más allá de las urnas, los temas que realmente atraviesan a los jóvenes, según Marco Frank, estudiante de abogacía, no solo tienen que ver con los que se presentan en los discursos de campaña.
“Hoy ser joven y pensar en alquilar es casi una utopía. Hacen falta políticas de vivienda, fortalecimiento de la educación pública y espacios que contengan, como los clubes de barrio. También trabajo digno, porque no hay empleo privado de calidad para nuestra generación”,
manifiesta Marco.
“Para mí, la política más importante para los jóvenes — y también para los mayores — es garantizar el acceso al trabajo, porque es lo que permite a las personas vivir de manera independiente y elegir su propio nivel de vida, algo que solo es posible si va de la mano con la educación”, dice Santino, quien trabaja como ayudante en la UBA y en el CBC, donde observa que muchos estudiantes llegan con dificultades básicas de comprensión y redacción desde la secundaria.
Las redes sociales y su incidencia en la política
En los últimos años, la expansión de las redes sociales acercó a los jóvenes a la política, a los diversos discursos e ideologías. “La sociedad está muy atomizada y, en cierto sentido, más pasatista: está orientada hacia lo rápido, lo efímero, hacia las pasiones, pero no como una vocación permanente, sino como emociones pasajeras. En cambio, la generación de nuestros padres vivía en otra sociedad, donde los intereses eran más estables y prolongados en el tiempo, no tan efímeros como el consumo de TikTok, por ejemplo», afirma Santino.
Por su parte, Marco piensa que la desinformación juega un papel central en la política moderna, y la opinión pública puede resultar más severa que la Justicia. Mientras que Santino piensa que por ahora no es tan fuerte.
“Es un proceso. Las redes sociales se están reemplazando cada vez más a los medios tradicionales. Y, obviamente, en estas redes puede circular desinformación, porque al no ser un medio oficial, cualquiera puede decir cualquier cosa. Pero siento que, por ahora, se está corrigiendo esa tendencia: cuando surge la desinformación, aparece luego una voz nueva que la reemplaza», manifiesta Santino.
Cuando les preguntamos sobre la participación ciudadana en las elecciones, llegaron los dos a un punto intermedio.
Marco, por su parte, destaca: “Estamos presenciando uno de los procesos electorales de menor participación política de nuestra historia democrática y creo que responde a una apatía generalizada: no hay proyecto que en los últimos tres mandatos que haya resultado virtuoso”.
Por otro lado, Santino añade: “Me parece que hay un descontento general con la política que hace que los niveles de abstencionismo aumenten. La política nunca va a poder tocar temas que perduren en el tiempo para el sector joven, porque el joven mismo ya tiene otros intereses».
Si bien la desconfianza hacia los partidos tradicionales es una constante, también lo es la inquietud por construir un futuro distinto. Tanto Marco como Santino coinciden en que la política sigue siendo una herramienta necesaria, aunque muchas veces parezca lejana. Entre la apatía y el compromiso, entre la desinformación y la búsqueda de espacios más horizontales, los jóvenes siguen intentando encontrar su voz. Quizás no se trate de una generación indiferente, sino de una que busca nuevas formas de involucrarse, más sinceras, más propias y más acordes a su tiempo.
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