Desde el 26 de agosto y hasta el 29 de agosto, el Centro Cultural MATTA – dependiente de la Embajada de Chile en Argentina – será el escenario donde tendrá lugar la cuarta edición de ArChiDrama, un encuentro de artes escénicas que une desde la dramaturgia a la Argentina con el país hermano de Chile.
Con entrada gratuita que se retira por orden de llegada en el Centro Cultural MATTA – (Tagle esquina Av. Del Libertador, entrada por Plaza República de Chile , CABA ) – la programación de ArChiDrama 2024 incluye las obras: «Luci y Lú« (de Ana Corvalán con dirección de Emiliano Dionisi y las actuaciones de Sol Aguero, Esteban Lamarque y Federico Vilaro) y «Atlantium» (de Pablo Greene con la dirección de Pilar Ruíz y las actuaciones de María Victoria Felipini, Iván Moschner y Matías Corradino); conversatorios con los hacedores y hacedoras de las obras además de una mesa de charla llamada Creadoras en Red, donde son las mujeres quienes comparten sus experiencias y vivencias en el mundo del arte.
Para conocer más acerca de ArChiDrama, desde Minúscula, chalamos con su directora Florencia Bendersky. Encontrá en esta nota todo lo que nos contó.
La charla con La Bendersky – tal su presentación en Instagram – es tan amena y cotidiana que resulta muy dificil sospechar que ese llamado telefónico es el primer encuentro de nuestras voces. Sabiendo de ante mano que en su largo haber de cosas hechas y aprendidas figuran, por ejemplo, la actuación, la dirección, la producción y una extensa lista de etcéteras, la primera pregunta que me surge es quizá la que se cae de todos los manuales de periodismo «presente a su entrevistada», pero como los manuales no son lo mío, elijo preguntar algo un poco más profundo:
– ¿Cómo nace tu relación con el arte y qué lugar ocupa en tu vida?
– Hago muchas cosas, primero y principal porque tengo muchos años. Yo no sé si es que hago tanto sino que tengo tantos años que se han ido acumulando. Ese es como el punto base. Desde muy chica tenía una amorosidad con el ser artista. Era una idea que tenía desde los cuatro o cinco años. Era la que siempre actuaba en los actos escolares y me gustaba cantar delante de mis tías o cuando la acompañaba a mi abuela a la peluquería, tenía esa cosa de querer mostrarme y cuando llegó el momento de elegir qué estudiar cuando terminé el secundario lógicamente opté por derecho, que no tenía nada que ver.
– ¿Cuánto duró el camino en derecho?
– Hice un primer cuatrimestre en el cual, dentro del CBC, tenía varias materias: Economía, que me parecía muy bien porque eran muy buenmozos los docentes así que estaba bien; Sociología que era sumamente interesante, aprendí lo que era un líder carismático y otras cuestiones. Y cuando me tocó Derecho, que por suerte tuve la brillantez de elegirla de entrada, me mandaron a buscar un caso a la biblioteca de la Facultad de Derecho. Llegué a la facultad, subí las escalinatas, entré a la biblioteca y le pregunté al bibliotecario:
-Sí, vengo a buscar el caso de fulanito contra menganito.
-“Es ahí adentro” – me dice -. Entro y veo una habitación enorme llena de libros verdes, todos iguales, uno al lado del otro.
Salgo y le digo al bibliotecario:
-Disculpame, ¿ahí dónde?
Me miró y me dijo “ahí”. Entonces entendí que no era para mí el tema del Derecho.
– ¿Qué pasó cuando entendiste que la cosa no era por ahí?
– Me sumé a un proyecto francés que trajo Norman Briski durante el gobierno de Alfonsín. Lo aplicó en Capital en lo que ahora serían los CGP, y era muy interesante porque cubría casi todos los aspectos del arte, porque la idea era generar agentes que pudieran llegar hacia poblaciones vulnerables con herramientas artísticas.
Hice esa primera escuela que fueron dos años y empecé a estudiar con Norman. Después fui su asistente, me enloqueció y me fui. Aprendí muchísimo de él, de la dirección y de cómo no quería ser como directora. Empecé a trabajar ya como actriz y a formarme con otros maestros. Después, mucha praxis. De la asistencia pasé a la actuación y de ahí a la dirección ya en el 2.000 más que nada porque empezaba a necesitar ya contar otras cosas desde mí y también así a la dramaturgia y cuando me quise acordar ya estaba acá.

Al consultarla sobre su balance acerca de la importancia de la formación y las horas vuelo, Florencia responde sin rodeos: «Yo soy de una generación en la que la praxis era mucho más importante que la formación porque los espacios formativos habían sido devastados por la dictadura militar».
«Yo recomiendo un 50/50 entre praxis y formación. Que mientras estés estudiando hagas, porque hay cosas que te da la práctica que no te las da la academia y con la academia vas a poder sostener mucho de la práctica», sostiene y luego reflexiona acerca de la formación de un artista: «Hay algo que tiene que ver con el fuego que uno tiene adentro, la academia no te lo da, pero te lo ordena. El cause de ese fuego se da cuando vos creás y no importa el rol desde el cual lo estás haciendo.»
– ¿Cómo nace ArChiDrama?
– Esto nace porque yo en el 2016 dirigí una obra chilena. Era la primera vez que llegaba a mí un material chileno, la obra era “Yo quiero ser Patti Smith”, me la trajo Laura Dantonio. Cuando me llega este material lo primero que pienso es “¿cómo lo financiamos?”.
Un mediodía fui a la embajada de Chile. Yo vivía muy cerca, cuando llego me doy cuenta que tenía un centro cultural que no conocía. Entro y me encuentro con gente muy amable, les cuento el proyecto y justo pasa la agregada cultural María José Fontecilla y le cuento que estaba buscando un apoyo para una obra chilena y me ofrecen el espacio del Centro Cultural para hacer los ensayos.
A partir de ese ofrecimiento empecé a tener una relación muy amorosa con ellos. Lo conozco a Rodrigo de Diego, otro de los colaboradores del Centro Cultural. Cuando termina el periodo de funciones me piden que les presente un proyecto para trabajar con Chile. Ahí con Rodrigo craneanos ArChiDrama que no es ni más ni menos que el significado de Argentina – Chile Drama.
«Yo sentía que todavía nos quedaba y nos queda mucho por desandar con Chile porque después de las dictaduras que sufrimos los dos países se generó una enemistad que fue territorial originalmente y después se fue cultivando esa enemistad que no tiene mucho sentido en realidad cuando uno lo analiza porque estamos tan cerca y finalmente somos mucho más parecidos de lo que nos han hecho creer», reflexiona acerca de los lazos que se crean a partir de la experiencia que el ciclo teatral fomenta.
Para ella y Rodrigo de Diego, su socio en De Lirio Producciones, ArChiDrama representa una manera de diplomacia cultural, una forma de encontrar un ser común a través del teatro. Gracias al apoyo de María José Fontecilla y el embajador Viera Gallo que dejaron la primera comisión económica para que se pueda hacer en el 2018 vio la luz la primera edición de este encuentro de nuevas dramaturgias argentinas y chilenas.

– ¿Cómo te preparás para esta cuarta edición?
– El tiempo previo al estreno siempre es un caos. Me preparo con mucha alegría, deseando que llegue y se produzca este encuentro que a todos nos da mucha felicidad. Es muy emocionante y muy amoroso lo que sucede.
Ante la pregunta de si puede relajarse y sentarte a disfrutar la obras desde el lugar de espectadora, lanza una respuesta contundente: «Nunca. No conozco la el significado de la palabra relajate».
«He reaprendido el rol de espectador porque durante mucho tiempo no podía espectar ninguna función, era súper crítica de todo lo que veía. No solamente acá, siempre me parecía todo horroroso, todo terrible hasta que un día me dije ‘yo soy medio tonta, si yo sé todo lo que cuesta hacer eso que están haciendo ahí arriba y sé que no es fácil y conozco el entramado’. A partir de eso logré soltar ese crítico que a veces tenemos y empezar a disfrutar de vuelta de ser una espectadora que era algo que yo amaba y por lo cual también llegué al teatro, porque me encantaba mirarlo«, confiesa Florencia.

– ¿Qué sentís que es lo mejor que aporta el conversatorio a esta experiencia de ArChiDrama?
– Creo que es el diálogo entre colegas y con los espectadores porque en general no suele haber espacios de reflexión cotidianamente después de las obras. Si bien estos son semi montados, se abre a una instancia que no es tan común y eso es un valor muy interesante porque el espectador puede ver cómo es la costura de una obra. Puede preguntar y enterarse, por ejemplo, cómo el autor la imaginó o la pensó o como el director imaginó este montaje. Puede hablar con los actores y las actrices para ver cómo vivenciaron los procesos.
Sobre la programación del Encuentro, más allá de las dos semi montados que se presentan los primeros dos días. Hay dos mesas de debate. Sobre ellas cuenta:
«El tercer y cuarto día tenemos dos mesas que una es Otra Red y en este caso se presenta la gente de Teatro Puerto y Espacio Rosetti, Otro Puerto es una sala preciosa que está en La Serena, en Chile y el Espacio Rosetti que es de acá y así como nosotros hacemos nuestro cruce, ellos también están haciendo un cruce muy interesante con espacios de residencia y demás y está buenísimo que el público lo conozca.
Por último tenemos una mesa que es ‘Creadoras en Red‘ que la hacemos todas los años, que es una mesa exclusivamente de mujeres que hacemos arte y contamos un poco nuestras experiencias. Si bien las mujeres somos mayoría en el mundo de las escénicas, nuestras voces no se suelen ver reflejadas. El teatro independiente tiene un 65% de masculinidades dirigiendo y produciendo, siendo que en el teatro independiente la relación entre mujeres y hombres es de 70% mujeres y 30% hombres, entonces me parece que está bueno habilitar espacios en donde se nos escuche a nosotras«.
– ¿Cómo vivís la respuesta del público en esta experiencia de ArChiDrama y qué esperás para esta cuarta edición?
– El público es muy agradecido y consecuente. Tenemos público que repite, como el Centro Cultural MATTA no está dentro del camino de las escénicas, no es un espacio en el cual la gente suela ir a ver teatro, entonces algunos entran por primera vez a un espacio que está conectado con una Embajada, porque el Centro Cultural es dependiente de la Embajada de Chile en Argentina y tiene una sala de exposiciones preciosa, ya desde ese lugar los espectadores inauguran un nuevo mundo para ellos.
Como la entrada también es gratuita, la gente agradece muchísimo poder ir a ver teatro, poder vivir esa experiencia. Espero que este año se vuelvan a llenar la sala como todos los años anteriores y que siga sobre todo el espectador argentino reconociéndose en la obra chilena. Entendiendo que somos mucho más parecidos de lo que nos hacen creer y que hay algo de ese lenguaje y de esas temáticas que también está en nosotros.
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