Ahora nos toca a nosotros, a los que salimos de las tinieblas.
Ahora nos toca ser protagonistas. Nos volvemos actores y aceptamos todo: la tristeza, las risas, el desgarramiento, la pasión.
Yo sé que los días eran largos; que nada tenía gusto; ni los amigos, ni los amores, ni los chistes; ni la comida… Ni vivir.
Que despertarse no tenía sentido, que bañarse no tenía sentido, que hacer planes no tenía sentido, que salir al mundo no tenía sentido. Que respirar dolía, que entre terapias y pastillas le pusiste el cuerpo, que te hiciste una operación a corazón abierto, que mostraste las entrañas, las más puras, y las más podridas.
Que pensaste que no te ibas a reír nunca más, que pensaste que te habias olvidado del sonido del mar, del olor del verano, de los dientes de tu sobrino, de los bigotes de tu perro, de las miradas cómplices; de el agua cayendo por la ventana.
Que el dolor de panza puede no ser ansiedad, si no incertidumbre de la buena, que puede también ser de nervios ante una primera vez. Que todos los días, al menos por un ratito, se puede volver a confiar en que todo puede ser mejor.
Que poder con todo deja a todos enteros menos a vos y ahora que lo peor paso, vas a volver a llorar de risa y vas a volver a ser vos. Habiendo aprendido a decir que no, poniendo límites, dándote a vos misma esa palmadita en la espalda que esperabas del afuera.
