El próximo sábado 23 de marzo llega al Teatro Gran Rex el nuevo show de Fernando Samartín, homenaje a Sandro. El intérprete – ganador de un Premio Ace y el Premio Hugo Revelación por su interpretación en “Por amor a Sandro” -, lleva años recorriendo los más prestigiosos escenarios de latinoamérica.
En este espectáculo, el cantante es acompañado por muchos de los músicos del ídolo de América, lo que hace único al show, la banda no suena como la de Sandro, es su banda.
Antes de su tercer Gran Rex, desde Minúscula, charlamos con Samartín para conocer la historia detrás de la interpretación que se ganó el respeto de los críticos y el amor del público.

Al preguntarle sobre su primer encuentro con la figura de Sandro, Fernando responde seguro: “Tengo varios encuentros pero el que a mí me hace enamorarme y querer hacer lo que hago se dio a través de ‘Operación Rosa Rosa’, película que veo de casualidad en la casa de mis viejos”. Antes de ver el film donde Sandro interpreta al cantante y agente secreto Alex Gerard, como todo niño argentino criado en los noventa, el pequeño Fernando tenía noción de quién era el astro por haberlo visto en alguna ocasión en la televisión.
“A mí no me llamaba mucho la atención – cuenta el intérprete – aunque mi tía es una de sus ‘nenas’, para mí era algo para ‘gente más grande’ y además siempre lo veía ridiculizado, todo transpirado, con su bata roja. Era algo que me alejaba. ¿Por qué es tan importante la película entonces? Porque ahí encuentro a un Sandro totalmente jóven mucho más cercano a la música y a la imagen de cantantes que a mí me gustaban. Me dije: ‘Acá hay una parte que no sabía, Sandro es mucho más de lo que yo creía’, entonces de ahí en más me di cuenta que yo también quería hacer eso”, relata.
Por un momento, la charla ingresa al mundo del cine y aparece la coincidencia de que “Operación Rosa, Rosa” es diferente al resto de las que Sandro filmó, y no solo por su participación como guionista. Aunque esta historia no es la favorita de Samartín y de hecho no le gusta, reconoce categóricamente que “Ahí están las mejores canciones”. “Esta película tiene una especie de registro de lo que eran sus shows en vivo de aquellos años. Sus otras películas son casi videoclips”, explica cómo sólo puede hacerlo un auténtico conocedor de la filmografía del Gitano para luego revelar que su película favorita es “Subí que te llevo”, la cual también recurre a la técnica de los falsos vivos en materia musical.
DE LA MAGIA DE SANDRO A LA DE FERNANDO
La maravilla del arte de Samartín al momento de encarnar a Sandro reside en que él no imita, sino que interpreta a Sandro. Esta búsqueda es más profunda que la imitación, hay otro estudio y otro encare, hay algo en ver a Fernando convertirse en Sandro sobre los escenarios que decididamente va mucho más allá de la mera imitación aunque utilice algunas herramientas de esta disciplina.
Respecto al momento en que nace la decisión de interpretarlo, Fernando cuenta pasajes de su adolescencia temprana que lo ubican en sus catorce años, en alguna juntada con amigos en la que se pintaba las patillas, se ponía una camisa y quería cantar como el ídolo de América. “Mis amigos me decían ‘pará Fer sos horrible cantando’”, rememora y concede la crítica para luego aclarar que “era horrible pero tenía todas las ganas del mundo”.
Pasarían algunos años más para que Samartín, que se preparó toda la vida para desarrollarse como ilustrador – suya es la autoría de la gráfica de este show -, empezara su formación en canto y a los dieciocho años en un cantobar se expresara a través de las canciones sin imaginar en ese momento que sería la música su profesión en la vida adulta.
“Estoy eternamente agradecido a Sandro por haberme mostrado de manera indirecta quizás, porque él más que haber hecho lo que hizo y dejarnos su obra artística no hizo, pero yo le agradezco el hecho de haber conocido una profesión de la cual estoy profundamente enamorado”,
confiesa el artista que desde hace veintiún años conquista los escenarios interpretando ídolo que conquistó el mítico Madison Square Garden sin dejar de divertirse como cuando era niño y jugaba a ser el Batman de Adam West.
“No deja de ser algo que me divierte. Creo que lo que me hace sostener esto después de tantos años es que me divierto. Te sigo con Adam West, con Batman, a los seis años se desata la batmania con la película, y yo enloquecido con Batman, con el Guasón, con las películas de Burton. Entonces, yo terminaba de ver Batman en la tele y lo primero que hacia era agarrar un papel y dibujar lo que había visto o disfrazarme y ser Batman por un rato. Hoy lo sigo haciendo de alguna manera. No es un disfraz porque es algo más profesional pero no deja de tener cierta reminiscencia a lo que es un nene disfrazándose creyendo ser un superhéroe, acá pasa algo parecido, con caracterizaciones más caras y responsabilidades más grandes pero para mi soy el mismo nene jugando con las mismas ganas y la misma diversión”, explica sobre su sentir en los shows.

– ¿Qué sentis respecto al camino recorrido desde el primer show hasta el ahora?
– Mucho orgullo porque nadie me regaló nada, todo lo conseguí a la fuerza de tratar de pensar inteligentemente. No sé si lo logré, pero yo traté de hacerlo. Por ejemplo: mi primer sueldo fue de cincuenta pesos, yo usaba quince para viajar y del resto gastaba la mitad en comprar ropa, o una pista para el espectáculo. Después, estaban las decisiones artísticas: me han llamado treinta veces para el programa de Anabela (Ascar) y todas esas veces dije que no. Incluso me han llamado en nombre de Ricardo García (director de Crónica) y seguí diciendo que no, aún cuando me decían: “¿Vos sabés lo que es decirle que no a García?” yo respondía: “No me interesa porque no es lo que yo quiero mostrar”. Al final se dió que mi primera aparición en televisión fue en el programa de Susana Giménez. Quería apuntar a ese lado pero no por una cuestión elitista ni snob, simplemente porque no quería que esto se tome a risa. Cuando yo empecé el “imitador de Sandro» era lo peor que se podía hacer como artista.
– ¿Cómo fueron esos primeros años?
– Empecé a trabajar en el auge de las bandas tributo y todos te miraban como por arriba del hombro porque hacías a Sandro que es lo que hace un tío a las tres de la mañana en un cumpleaños. Entonces empecé a pensar cómo darle un vuelo artístico a mi trabajo; que en realidad ya lo había hecho Sandro, el vuelo estaba, el tema es que nadie lo sabía ver y nadie se puso a trabajar de manera seria. Estaba todo dado, Sandro había dejado todo pero había que ordenar ciertas cosas. Había que hacer un estudio del personaje, había que llevarlo con cierta solidez y bueno para eso hay que estudiar. No hay atajos, en Sandro no existen atajos. Yo siento que esto es una especie de ofrenda, estoy tomando prestada la carrera de alguien para hacer un hecho artístico y lo tengo que hacer con lo mejor que tengo. Eso implica muchas horas de estudio y también muchísimo compromiso.
– Metiéndonos en el presente y este show que se viene el 23 de marzo, ¿qué significa para vos estar en el Gran Rex, un teatro que para él fue todo?
– El Gran Rex para Sandro yo creo que es la consolidación del mito. Es su paso al bronce, como él decía, a la eternidad. El Gran Rex para mí es eso. Este va a ser mi tercer Gran Rex y la verdad que me emociona y me da orgullo porque nadie me regaló nada. Siempre estuve atento a las oportunidades y si bien tuve la chance de que me elijan para hacer “Por amor a Sandro” que es el gran salto de mi carrera, yo estaba preparado para la llamada. Sí, me dieron la oportunidad, me prepararon toda la cancha, me pusieron a jugar con la Selección y me dijeron “pateá” pero yo estaba entrenado en patear y metí el gol. Me da mucha emoción decir “pagué la entrada más barata en el año 2001” para ver a Sandro y hoy me encuentro en el mismo escenario con un gran porcentaje de sus músicos que estaban ahí, tocando conmigo y yo paradito ahí, siento que hay algo lindo que se completa. Una historia que concluye, no porque no lo vaya a hacer más sino por el hecho de que se consolida lo que yo siempre quise: un espectáculo a la altura de su carrera musical y de lo que él merece como artista.
– Llevás muy bien esta disociación entre Fernando y el personaje “Sandro” que interpretás en tus shows, ¿cómo lográs ese equilibrio?
– No te lo puedo responder porque nunca estuvo esa cuestión. Desde el segundo cero es el mismo disfraz del que te hable cuando miraba de ver los dibujitos de Batman. Nunca estuvo, nunca me lo planteé. Es como cuando me dicen “genio”, yo no soy el genio. Genio fue Roberto Sánchez que creó todas estas cosas, inventó un personaje, compuso las canciones y llevó una carrera intachable de más de cuarenta años fue él. Yo sé que no es mío eso. Desde el segundo cero lo sé. No hay manera de que me apropie de algo que no es mío porque eso me lo enseñaron mis viejos desde chiquito: no podés tomar lo que no es tuyo. Simplemente soy un elemento, un actor, que hace algo que lo divierte y ya está. Nunca tuve esa dualidad porque no me la plantearía nunca. Sandro, Elton Jonh o no sé, cualquier otra cosa, yo soy muy respetuoso de lo ajeno. Entonces, a mi no me corresponde nada de lo Sandro, simplemente lo tomó prestado por un rato, pagó los impuestos para hacerlo, lo hago un rato y entretengo a la gente, no hay más que eso.
Soy realista, simplemente soy un instrumento que utiliza algunas cosas que creo otra persona. Nada más. Ahora, sí te puedo decir que me enorgullece mi inteligencia de cómo combiné esos elementos para lograr algo que se destaque de entre los demás. Ahí sí, valoro mi inteligencia, mi dedicación, el tiempo que invertí en esto.
– Si pudieras disociar y sentarte a mirar tu show, ¿cuál sería la canción que más disfrutarías?
– Yo creo que “El maniquí” es la más difícil pero me tengo que concentrar y lograr las mayores imágenes internas para poder hacer algo creíble. Es un tema extremadamente difícil porque te deja muy en evidencia y podes hacer un papelón marca cañón, tenes que ir caminando en la cuerda floja de la interpretación porque si te pasas un poquito es un desastre y si te vas para el otro lado es algo lavado. Entonces seguro que “ El maniquí” la disfrutaría mucho. En realidad todo el espectáculo. Creo que si estuviese sentado diría “ Qué inteligente este guacho, mirá cómo puso esto acá, mira cómo utiliza las cosas a favor que tiene o las cosas en contra como las utiliza a su favor también”. Me parece que me gustaría ese concepto. Y curiosamente, tengo mucha gente que ha trabajado con Sandro laburando conmigo, tengo a su mano derecha (su asistente), técnicos de luces, músicos, mucha gente. Y todos coinciden en que a él le hubiese gustado, no sé si lo que yo hago. Pero si como encaro el espectáculo como lo cuido, como le cuido sus canciones.
Entonces, mira que loco que lo que a mí también me gustaría ver si estuviera sentado en la butaca. Es la manera de pensar.
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