entrevista teatro

«Quieto»: un padre, una hija y el desafío de entenderse

Renzo enviudó y desde ese momento no le encuentra sentido a la vida. Se encerró y no quiere ver a nadie. No quiere estar con nadie. No quiere nada ni del mundo ni de su hija. Por eso se recluyó en su casa, para no tener que lidiar con el mundo exterior. En esa casa, poblada de fantasmas y recuerdos de su vida anterior, decide quedarse quieto. Como si su exilio autoimpuesto lo protegiera del paso del tiempo. Desoyendo los deseos de su padre, Julieta volverá durante un fin de semana a la que fue su casa en un intento por rescatar a su padre.

De eso habla Quieto, la nueva obra de Florencia Naftulewicz. De un padre y una hija que deberán afrontar la difícil tarea de entenderse y comprender que su mundo ha cambiado para siempre. Juntos intentarán darle un nuevo sentido a la vida que, como siempre, continúa. 

Días antes de su estreno – el 2 de febrero en NüN Teatro Bar –, desde Minúscula charlamos con Florencia Naftulewicz, autora y protagonista de la obra, junto a Miguel Ángel Rodríguez, bajo la dirección de Francisco Lumerman.

Dicen que uno no sabe cómo nacen las historias, a veces simplemente nos llegan. Una imagen, un gesto observado, un diálogo que se escucha al pasar, todo sirve como puntapié para la escritura. En el caso de “Quieto”, su autora sostiene que no puede poner en palabras el momento donde nació la historia y, aunque no sea muy académicamente correcto, admite que la historia de Renzo y Julieta llegó en un impulso. 


“Me vino esa imagen de una hija y un padre en esa casa y empecé a escribir. Continué escribiendo hasta que quedó lo que hoy es ‘Quieto’. Así que, si tengo que resumirlo diría que fue así: por un impulso. Por la imagen de este padre y esta hija encontrándose en la casa en la que vivieron. Ese fue mi disparador para investigar este mundo”,

explica Naftulewicz.

– ¿Cuánto tiempo te llevó escribirla?

– Estuve bastante tiempo. La obra tuvo muchas etapas porque la escribí; la deje reposar; después la volví a escribir. En un momento se iba a hacer pero después no se hizo. Entonces en ese “no hacer” me volví a encontrar con el material y le agregué un montón de cosas: la reescribí, saqué muchas de las cosas que estaban, le agregué otras. Le agregue mucho humor, sobre todo al personaje del padre. Le di un humor ácido y mucho sarcasmo que antes no tenía. El tiempo me hizo darme cuenta de lo que necesitaban los personajes. 

En escena, Florencia le presta el cuerpo a Julieta, el personaje que escribió para ser la hija de Renzo interpretado por Miguel Ángel Rodríguez. Sobre esta transición de autora a actríz explicó que una vez que el material estuvo terminado e hicieron la primera lectura con Miguel Ángel y el director, Francisco Lumenrman, empezó el trabajo de encontrarse con el material desde su lugar de actriz que es otro modo de vincularse con el texto.


– ¿Cómo fue el proceso de ensayos?

– Empezamos a ensayar a finales de octubre y fue un proceso maravilloso, completamente enriquecedor. En todo sentido. Encontrarse con un actor que tiene la trayectoria de Miguel Ángel Rodríguez ayuda mucho a que el material crezca porque hay algo que él ya trae, que él ya tiene, y que es maravilloso.


–  Se dice que en teatro  existe la obra que uno escribe, la que se monta y finalmente la que se estrena. Entre todas ellas hay un mundo. ¿Ésta es la obra que querías contar?

No, es muchísimo mejor. Es un trabajo de confianza hacia el actor y hacia el director. Francisco Lumerman tomando las decisiones que tomó cambió muchísimo la obra. Es la tercera vez que escribo una obra en la que después actúo, en ese proceso que terminás de escribir, reposás la obra y después te juntás con los actores o actrices y empezas a darle forma y a darle vida. Ahí es donde el material habla. Donde el material crece y donde uno se da cuenta de lo que escribió. Yo me doy cuenta en los ensayos, pienso: “Ah, mirá lo que puse, mirá lo que escribí”.


-¿Cómo es la puesta en escena que armó el director?

– Es una puesta muy real y muy cruel sobre este vínculo porque es el encuentro de este padre y esta hija, en ese tiempo real en donde ninguno de los dos se puede ir. Están encerrados en esa casa y no queda otra opción que enfrentar lo que tienen que enfrentar: hablar y encontrarse como padre y como hija y como hombre y mujer que son. Desde la puesta, las luces y la escenografía todo el equipo de «Quieto» es un lujo.  


– Falta poco para el estreno, ¿ya hicieron funciones con público para probarla?

– Estamos en ese momento, estamos invitando a gente del equipo, a amigos y amigas. Está funcionando muy bien y lo que recibimos es la crudeza de este encuentro. La obra es cruda es dura pero es a la vez muy conmovedora. El público se siente muy tocado porque es un vínculo que todos conocemos. Es una hija que ya es madre intentando ser un poco “madre” de su padre.


– De esta experiencia, desde el minuto cero de escritura y hasta momentos antes de estrenar, ¿qué es lo que te representa “Quieto”?

– Sobre todo un amor y una confianza infinita De todo el equipo. De Miguel Ángel Rodríguez, de Francisco Lumerman y de la asistente Fabiana Ferrada. Siento que los cuatro logramos unirnos sin conocernos y desde el primer momento en que me encontré con ellos sentía que los conocía. Si tengo que decir algo de “Quieto«, es que se trata de un crecimiento impresionante porque encontrarse con un actor como Miguel Ángel Rodriguez y estar una hora solos actuando es una escuela de teatro. Todo actor o toda actriz tiene que tener esa experiencia de estar con un tipo que es impresionante, con una bondad y un respeto hacia el laburo infinito. Me encontré con eso y eso es lo que me va a quedar. Además del amor que le pusieron los tres al trabajo, defendiendo siempre la obra y yendo para adelante. Es algo que lo digo y me emociona. Lo que hizo Miguel Ángel es impresionante, no encuentro palabras de agradecimiento, porque pudiendo estar haciendo lo que quiera donde quiera, él dijo: “Yo nunca hice teatro independiente y quiero tener esta experiencia. Me gustó la obra y quiero contar esto”. Y está con nosotros investigando, siendo uno más, defendiendo el material con un amor infinito. Eso es lo que me voy a quedar como los actores damos todo por una obra.


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